LLOP i BAYO, Francesc - El silencio de las campanas de la Catedral de Jaén

El silencio de las campanas de la Catedral de Jaén

Una destrucción patrimonial

Asistimos, sorprendidos, a la inacabable saga de limitación de los toques de campanas de la Catedral de Jaén, y nos gustaría aportar algo de luz al respecto.

Conocemos, desde hace unos cuantos años, las campanas de éste y de los demás templos andaluces que forman parte del Plan de Catedral del Ministerio de Cultura, ya que esta alta institución nos ha encargado, en 1988 y en 2004, el inventario y la actualización de las campanas, las instalaciones y los toques de todas las Catedrales de España, así como propuestas para su restauración.

La Catedral de Jaén sorprende por dos aspectos aparentemente contradictorios: por la falta de campanas, y por la existencia de un reloj en funcionamiento. Vayamos por partes. La Catedral debió contar con unas cuantas campanas más de las existentes hasta la guerra civil. En este momento, en la sala de campanas, existen solamente seis, de las que dos están rotas, precisamente la menor y la mayor. Las otras cuatro, intermedias, fueron restauradas en época reciente en dos fases, tanto para voltear y repicar automáticamente como para hacerlo de manera manual. Tres son modernas, de 1941, 1980 y 1951 respectivamente, y la mayor en uso es de 1713. Con referencia a otras catedrales históricas andaluzas, estas campanas son de las que menos suenan. Así, en Sevilla todos los días hay toque de oración a la mañana, cuatro toques de coro con diversos repiques y volteos hacia las diez, otro toque de oración al mediodía y otros dos más al atardecer. Algo parecido ocurre en Córdoba o en Cádiz. Sin embargo las campanas de Jaén no tocaron en todo el tiempo en que estuvimos documentándolas, ya que sus toques se limitan a los fines de semana.

La Catedral de Jaén cuenta, también, con un tesoro añadido: la existencia de un reloj mecánico en funcionamiento. Para los tiempos que corren, este es un extraordinario patrimonio. De los trece inmuebles de Andalucía que forman parte del Plan de Catedrales, solamente dos tienen el reloj en funcionamiento, Granada y Jaén; siete conservan el reloj, cuatro de ellos expuestos, aunque un par de ellos se sustituyó por ordenador en la última década, por la falta de mantenimiento de las maquinarias.

Los relojes mecánicos tienen una gran ventaja: son mecanismos de larga duración. Aunque los ordenadores sean mucho más exactos, su tiempo útil apenas pasa de los cinco o seis años, mientras que un reloj bien mantenido puede durar ciento cincuenta o doscientos años. El reloj tiene una limitación, que forma parte de sus características: o suena o no suena, ya que la transmisión mecánica no se puede ininterrumpir a voluntad, como ocurre con los ordenadores. También exige un mantenimiento constante para su conservación.

Al interés patrimonial del reloj en funcionamiento, debe añadirse el extraordinario valor de sus campanas. La de las horas es de 1546, la tercera más antigua de las catedrales andaluzas (tras Sevilla de 1400 y Córdoba de 1495) pero es la única de las tres que sigue sonando (o seguía) por maza exterior, gestionada por un reloj mecánico.

La campana es un objeto patrimonial extraordinario: siempre suena igual. Aunque, ciertamente, la suciedad que cubre nuestra campana de las horas de la Catedral, debida a los excrementos de las aves, puede enturbiar algo el sonido, cada toque ha sido igual durante los últimos 450 años de la vida ciudadana. Esto supone que gozar de su toque significa compartir la misma música comunitaria que escucharon nuestros antecesores de los últimos cuatro siglos y medio. La campana de los cuartos, de 1704, es posterior, porque hasta principios del XVIII no consiguieron hacer más exactos los relojes, y por tanto hasta entonces solamente marcaban las horas, con cierta aproximación. También esta campana es la tercera más antigua de cuartos de Andalucía, y corresponde a un momento claro de innovación tecnológica, puesta al servicio de la comunidad.

Porque los antiguos lo tenían muy claro: el reloj, ubicado en lo alto, es un servicio comunitario, un derecho de los ciudadanos y una obligación de las autoridades. Los ciudadanos tienen el derecho a ser informados, de día y de noche, del paso del tiempo, y para ello eligieron las campanas, una música compartida, para comunicarlo. Y las autoridades, desde hace varios siglos, ejercieron el privilegio de tener un reloj y la obligación de compartirlo con la comunidad.

¿Dónde está el problema?

Hemos nombrado, hasta ahora, la existencia de campanas en la torre, su escaso uso litúrgico, y el privilegio que supone contar con uno de los dos relojes mecánicos en funcionamiento de Andalucía. Hemos tratado patrimonialmente elementos que forman parte del patrimonio de los andaluces. ¿Por qué tratar como ruido aquello que es patrimonio?

Las decisiones judiciales, hasta el momento, han olvidado el elemento principal de esta discusión: los valores patrimoniales de un reloj y de unas campanas que solamente tienen sentido porque son compartidos. Y cuando hablamos de elementos patrimoniales, hablamos de derechos comunitarios, no de derechos individuales. El patrimonio forma parte de una comunidad (y los toques de campanas o el funcionamiento de un reloj son, más aún en este caso, un extraordinario valor patrimonial). Por tanto nadie tiene derecho a negarlo colectivamente, invocando normas ajenas al patrimonio.

El silencio de las campanas es por el contrario, en este caso, una clara destrucción patrimonial, una propuesta de expolio colectivo, en nombre de discutibles derechos individuales. Se trata claramente de una vulneración de la Ley de Patrimonio Cultural. Hubiéramos entendido que un ciudadano pidiese el aislamiento de su casa, para no ser molestado por unas campanas, que miles de personas consideran como suyas. Pero no entendemos la aplicación de normas de ruido, en defensa de presuntos derechos individuales, ante fenómenos multiseculares que afectan a la calidad de vida de una comunidad y que destruyen elementos colectivos patrimoniales.

Decía un poeta que los toques nocturnos del reloj son como los batidos del corazón de una ciudad, y que su silencio es síntoma de muerte colectiva. El silencio anunciado de las campanas de Jaén degrada un punto más nuestro patrimonio colectivo.

Nos preguntamos qué hubiera pasado si un vecino hubiese pedido el cese nocturno del tránsito rodado, porque le afecta a su sueño. ¿Pararían de circular los vehículos para que alguien descanse mejor?


LLOP i BAYO, Francesc

Ideal (24-01-2010)

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