El repique de campanas, además de "tocar a misa", tenía la función de alertar a los vecinos en nuestros pueblos. En el despoblado de Aguilar (municipio de Santa Liestra y San Quílez), la campana (fechada en 1948) ha quedado como recuerdo del pasado, sola y muda, en los últimos años ya no cuenta con su badajo, es una triste protagonista de una iglesia abandonada. Su sonido acompañó a los antiguos vecinos en alegres o tristes acontecimientos. Hoy, la "triste" campana bien merecería otro destino y evitar otros desperfectos.
S. E.
Diario del Alto Aragón (07-01-2020)
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