El expolio del viejo Hospital General

Ni la protección como conjunto histórico-artístico firmada por Franco ni la orden de conservar todas las columnas renacentistas evitó el saqueo

Imagen de abril de 1965 con Santa Lucía en primerplano, El Capitulet y, enfrente, la iglesia demolida - Autor: ARCHIVO LEVANTE-EMV
Imagen de abril de 1965 con Santa Lucía en primerplano, El Capitulet y, enfrente, la iglesia demolida - Autor: ARCHIVO LEVANTE-EMV

El derribo del antiguo Hospital General de Valencia en los 60 es la crónica del expolio de uno de los conjuntos más destacados de la arquitectura renacentista valenciana. La diputación provincial que presidía Bernardo Lassala (1958-1970), propietaria del complejo, nunca tuvo interés en conservar el histórico hospicio que había quedado en desuso desde que, ahora hace 50 años, se abría el moderno Hospital General de la avenida del Cid.

Sobre la codiciada manzana de 11.500 m2 del viejo hospital, delimitada por las calles Guillem de Castro, Hospital y Quevedo, la corporación provincial aprobó en 1959 un proyecto de urbanización que contemplaba 25 edificios, la mitad de ellos de entre 10 y 8 alturas con una torre de 20 pisos incluida.

Esta planificación, fruto del sueño desarrollista de la Gran Valencia auspiciado por la Administración tardofranquista, arrasaba con todo a excepción de la iglesia de Santa Lucía y la del Capitulet„el primer lugar de Valencia donde se rindió culto a la Mare de Déu dels Desemparats„. Ambas iban a quedar como la planta baja de sendos edificios de nueve y siete alturas.

También se pensaba conservar o trasladar a otros lugares cuatro portadas de piedra: el portal gótico de la calle Hospital, dos puertas renacentistas de la enfermería cruciforme de Febres del siglo XVI que pervive como biblioteca municipal desde 1979, y la puerta gótica lateral de la iglesia del hospital, el único de los tres templos del complejo que fue derribado.

La historiadora Mercedes Gómez-Ferrer, profesora del departamento de Historia del Arte de la Universitat de València, en el libro Hospital General de Valencia (1512-2012), que ha editado la Diputació de València este año con motivo del 500 aniversario de la fundación del hospicio, relata el proceso de demolición de lo que presenta co­mo «uno de los modelos hospitalarios más importantes de la arquitectura española».
La diputación, que pensaba afrontar el crédito con el que finan­ció el nuevo hospital con la venta de la manzana de Guillem de Castro, licitó la demolición del viejo hospicio en 1962 por un precio de 750.000 pesetas al alza. «Todos los materiales procedentes del derribo quedaban en propiedad del adjudicatario excepto las puertas citadas y los azulejos antiguos», escribe Gómez-Ferrer.

El anuncio de la demolición provocó «una avalancha de telegramas para solicitar la paralización del derribo» de instituciones académicas (Real Academia de la Historia, CSIC, Real Academia de Bellas Artes de San Carlos) y cívicas (Junta Central Fallera, Lo Rat Penat, Ateno Mercantil, Colonia Valencia­na y Hermandad de los Desampararos de Barcelona...).

La ola de protestas obligó a inter­venir al Gobierno de Franco, que el 18 de diciembre de 1963 publicaba en el BOE un decreto que declaraba «monumento histórico-artístico» bajo la protección del Ministerio de Educación Nacional no sólo las dos iglesias y las portadas de piedra que iba a respetar la diputación desde un principio, sino que añadía también los cuatro brazos de dos plantas en forma de cruz de la enfermería de Fe­bres y la cúpula de su crucero. Este edificio renacentista es el primero en la Península Ibérica, según la historiadora, en el que se adopta la enfermería con planta en forma cruz griega surgida en la segunda mitad del siglo XV en el norte de Italia.

También se declaró monumento protegido «el patinejo» que unía la puerta gótica de la calle Hospital con la enfermería de Febres, la iglesia del hospital y el patio de los quirófanos. Ninguno de los tres sobrevivió tras amenazar la diputación con recurrir la declaración de conjunto histórico-artístico. Eso sí, el ti­ra y afloja con el ministerio sirvió para salvar la enfermería del siglo XVI.

Por contra, nada iba a salvar la enfermería del Mal de Siment (la sífilis), de transición al siglo XVII, en forma de T, pues dos de sus brazos nunca se acabaron. Ésta, al igual que la de Febres contaba con dos pi­sos con cimborrio ortogonal en el crucero. En cada altura, las naves estaban sustentadas por dos filas de columnas de piedra tallada que originalmente estucaron maestros italianos simulando un efecto de mármol para darles más vistosidad.

La declaración de monumento llegó tarde para uno de los brazos de la vieja enfermería, del que se derribaron seis crujías (12 columnas), mientras que la del Mal de Siment contaba con otras 88. En noviembre de 1965, la diputación, a instancias de la Dirección General de Bellas Artes, ordenó conservar todas las columnas labradas en piedra de los edificios que se destruían para colocarlas en torno a las fachadas de los que se iban a restau­rar, «no permitiendo enajenación ni cesión por ningún concep­to». Sin embargo, en los jardines que ahora envuelven a la Biblioteca y al MuVIM apenas se yerguen completas unas 20 de las 100 que en teoría se extrajeron. Del resto só­lo se conoce el destino de siete de ellas. Tres se reutilizaron como peanas en los monumentos a la Virgen del Carmen de la plaza Portal Nou (1967) y a la raza española en la plaza de Manises (1969), ambos en Valencia, y en el Sagrado Corazón de la urbanización Montesol de l´Eliana (1974). Las otras cuatro de­coran el escenario de la plaza del Quint de Moncada desde 1981.

MONTANER, Raael
Levante-EMV (26-12-2012)

Tema Documentació de les obres de destrucció de l'Hospital General (2012)


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Última modificació: 28-03-2024