SÁINZ, Jonás - Si se calla el cantor

Si se calla el cantor

Doblaba ya la esquina hacia el Bretón, un poco con la inercia de la costumbre, un mucho deseándome otro incendio, cuando las campanas del reloj del Espolón me hicieron recordar una deuda. Por más que hayan pasado ya no pocos días de enero, seguía debiendo estas líneas a lo más lindo que he visto en algún tiempo... iba a decir en un escenario, pero fue en un sueño. 'Cuando suena el carillón', la obra de Sapo Producciones representada en Actual, lo fue; un sueño triste y hermoso del que despiertas llorando al toque de las campanas. Desde entonces, cada vez que las oigo al cruzar el centro de la ciudad, pienso si no seguirá sucediendo allá arriba lo que soñé aquella tarde.

Es invierno y un grupo de quince personas visita el carillón que preside la plaza mayor y tañe cada hora una vieja canción popular a la que ya casi nadie presta atención. No sabemos todavía que, al ritmo de su anticuada maquinaria, vamos a viajar en el tiempo, a revivir un pasado imaginario y quizás a dar cuerda al futuro. Don Andrés, mantenedor del reloj y guía, enseguida se distrae de su perorata de cicerone, cae en sus propios recuerdos y nos arrastra tras él con la luz de un candil y un brillo en la mirada. Hechizados, caemos entonces hacia arriba, hacia la torre, hacia el cielo... Mientras, abajo, la ciudad queda lejos por unos minutos.

Y es en verdad cuestión de minutos. Y de años. Veinticinco minutos, mil quinientos segundos, para soñar ese escondrijo a la vista de todos en 1948. Una historia trágica de amor, una historia breve y un amor eterno: Andrés y María, un fugitivo y su amada venciendo pese a su aparente derrota los malos tiempos del cólera.

En poquísimos trazos, para que cada cual complete el resto, el pródigo prodigioso Martín Nalda, junto a María Martínez Losa y Josué Lapeña, delicadamente dirigidos por Cipriano Lodosa, compone su obra maestra. Una obra de estricta sincronía física con el tiempo y el espacio reales, encajada con mágica precisión cortazariana en las tinieblas del tic-tac de nuestro corazón... Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo...

Ya despierto, de vuelta a ras de suelo, nada va a ser igual en adelante. Obstinadamente, el carillón seguirá entonando su ya se van los pastores... Pero a los tres minutos volverá a dar la hora en punto del amor y el drama. Lo que nos engendra. Ahora, con esas campanas, imagino que María sigue bajo ellas con la carta de Andrés entre las manos, las lágrimas al viento y su alma y la mía en un mismo puño. Y entonces entiendo aquel brillo en los ojos de don Andrés: Por eso nunca preguntes por quién doblan las campanas: las campanas doblan por ti...

También se fueron ya los actores a la extrema y dura realidad, pero hay que hacerlos volver y dar más cuerda a su delicioso carillón. Porque si se calla el cantor, calla la vida.

SÁINZ, Jonás

La Rioja (25-01-2017)

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