MARTÍN SOLANAS, Alberto - El toque a Nublo y otros toques y volteos de campanas en La Rioja

El toque a Nublo y otros toques y volteos de campanas en La Rioja

La estructura urbana de los pueblos de algunas comarcas rurales riojanas pareciera que no ha tenido cambios sustanciales desde tiempos bajomedievales. En el valle del Cárdenas, en el valle del Oja, en la comarca del río Tuerto, las casas de los núcleos de población son edificios de tres alturas, construidos en piedra, alineadas en calles torcidas, cuyos colores grises, marrones y ocres son los propios del paisaje. Entre estas edificaciones tradicionales y comunes aparecen algunos edificios nobles, en piedra de sillería, pequeños palacios, etc. Son poblaciones en las que el ritmo del tiempo parece estar detenido desde aquellos lejanos siglos en los que surgieron al amparo de algún monasterio.

El sonido de la campana, entre la campiña riojana, ha sido durante siglos un código de señales que se atendían y escuchaban. Cronológicamente, indicaban las fases del suceder cotidiano: el alba, mediodía, el ocaso. Las variaciones climáticas inesperadas y otras circunstancias adversas se comunicaban mediante volteos de campanas, cuyos sonidos llegaban hasta los más alejados términos de la jurisdicción.

La impotencia del hombre ante los fenómenos atmosféricos y la incomprensión de los mismos, le impulsaba a incluir esos hechos incontrolables en el universo religioso. Don Melchor Gaspar de Jovellanos, a su paso por La Rioja, comenta en sus diarios (1): «Hizo frío anoche; tocaron a hielo; aquí se cree que las campanas mandan sobre todos los accidentes naturales del clima y la estación.»

El comienzo del trabajo diario se señalizaba con toque de campanas, y coincidía con el toque de alba, al amanecer. Durante el tiempo comprendido entre la festividad dedicada a la Invención de la Santa Cruz, día tres de mayo, y la dedicada a la Exaltación de la Santa Cruz, día catorce de septiembre, los Ayuntamientos contrataban del campanero un servicio llamado «toque de nublo» o «toque a nublado», cuyo cometido era avisar a la población de la presencia de tormentas, del amanecer, de la proximidad del medio día con un toque a las once horas, y del atardecer con el toque de oración.

El toque de alba durante el período de recolección se hacía más tempranamente que durante el resto del año, sonando las campanas ya a las tres horas. En época de vendimia se echaban las campanas a vuelo a las cuatro de la mañana.

En los monasterios los oficios diarios de maitines, laudes, prima, tercia, sexta, nona, vísperas y completas se convocaban a toque de campana. El toque de vísperas del día anterior a las fiestas solemnes, llamado «primeras vísperas», ponía fin a los quehaceres laborales. En otros casos el toque del Ave María, que en las poblaciones con ermitas bajo advocación mariana ejecutaba el ermitaño a las siete horas de la mañana y a las mismas de la tarde, ante las festividades solemnes tenía idéntica finalidad que el toque de primeras vísperas. Don José J. Bautista Merino Urrutia, en su estudio de las Ordenanzas Municipales de Ojacastro del siglo XVI (2), destacó una referida a la actividad de los «pissones» y molinos, que ilustra este aspecto: «Que no pueden pissar ni moler desde que tañaren al Ave María, vísperas de las fiestas, hasta otro día después de las vísperas, so pena de un real al que lo contrario hiciere para el Fiel, haciendo una señal en la puerta del tal pisson o molino.» Las festividades solemnes eran anunciadas con dos toques de campana, el de «primeras vísperas» en el día anterior y el de «vísperas» o «segundas vísperas» el día de la celebración.

El «toque de nublo» de las once de la mañana, dice Merino Urrutia (3), servía para advertir a las mujeres de la proximidad del mediodía, momento de dar la última vuelta a los pucheros antes de llevar la comida a las «piezas» donde el marido y los hijos se hallaban trabajando. El paso del tiempo ha llegado a alterar el vocablo y su significación, diciéndose en la comarca de Hervías «toque a nulo» para referir el toque de campanas que se hacía durante la cosecha de cereal a la una de la tarde, todavía en este siglo, y que servía para advertir a las mujeres que llegaba la hora de comer. En Muro en Cameros, donde en siglos pasados se tocaba a nublo según consta en las actas del Concejo, en este siglo los distintos toques de campanas del día se llamaban «a maitines», al que se tocaba por la mañana a las siete u ocho horas; «a comer», al de mediodía, y «a oración», al de la noche, tocándose también en circunstancias de tormenta.

Los asuntos municipales que se debatían en la casa del Común, así las reuniones del Concejo, las deliberaciones, las subastas y remates públicos, la Elección anual de Oficios, etc., se convocaban «a son de campana tañida».

En pequeñas aldeas aún se conserva el estilo de convocar a Concejo mediante toque de campanas. Hasta mediado el siglo XX, el Concejo de las aldeas de Posadas, donde reside el alcalde pedáneo, Ayabarrena y Altuzarra, aldea esta última ya despoblada, se reunían «a son de campana tañida» (4). La llamada a vereda a los vecinos y otros motivos de interés general, se emplazan de igual manera.

Los hitos de la vida del hombre han sido anunciados a la colectividad siempre mediante toques y volteo de campanas. Ante la inminencia de las ceremonias litúrgicas del bautismo y del matrimonio, tañían las campanas de la parroquia llamando a los interesados. La agonía y la muerte se notificaban especialmente haciendo sonar rítmicamente varias campanas, primero las de tonos altos, terminando con la de sonido más grave con un toque largo.

Las adversidades y las catástrofes, los incendios, también se comunicaban así, aunque para estas situaciones de alarma la llamada se hacía golpeando las campanas con el badajo o volteándolas con celeridad para resaltar la emergencia. Este toque se llama «rebato» o «a rebato», y es similar al de la llamada a misa en las festividades y domingos.

El toque de queda o toque de ánimas se realizaba tres horas después del anochecer, durante todo el año. En Muro en Cameros acordó el Concejo, con fecha 12 de octubre de 1829, restablecer «el tocar a las Animas todas las noches del año, a las ocho en tiempo de invierno y a las nueve en el verano» (5).

En el valle del Oja un vecino recorría el pueblo tocando una campanilla, e iba deteniéndose en cada casa a rezar por las ánimas. Hasta los años 1920, en Casalarreina, esta empresa la realizaba un vecino después de la misa de alba. En Albelda, el animero recorría la población rezando por las ánimas, entrada ya la noche (6).

Fue también tradición voltear las campanas en la noche del primer día de noviembre, noche de Animas. Quienes solían hacerlo eran los mozos, y la ocasión les proporcionaba motivo para festejarse con ágapes y hogueras; así celebraban esa noche los mozos de La Santa (7) y los de Baños de Río Tobía, aunque la costumbre estuvo arraigada en otras comarcas: «Quince reales que se dan por un refresco a las personas que se buscan para tocar las campanas anoche en Las Animas y Santa Agueda (del capítulo de gastos del Ayuntamiento de Hervías en el año 1752)», y «cuatro reales que se pagan por tocar las campanas noche de Animas y Santa Agueda (Gastos del Concejo de la Villa de Negueruela, año 1752. Despoblada a finales del siglo XIX).»

El «toque de perdidos» se hacía principalmente en pueblos de la sierra, en temporales de nieve, situación en la que era difícil orientarse y que ocasionalmente complicaba la aparición de «cellina» (viento frío que levanta la nieve polvo y dificulta al visión).

Procedente de las tierras de Soria, se incorporaba al Camino de Santiago una ruta secundaria que discurría por la jurisdicción de Zarzosa antes de descender el valle del Jubera. El santero de la ermita de Santiago de esta población acogía a los peregrinos a Compostela y orientaba con toques de cuerna y campanil su paso por los inmensos hayedos de Monterreal (8).

Toque de campanas en la noche de Santa Agueda

Santa Agueda en La Rioja ha sido siempre fiesta de moros, aunque también, en algunas localidades de la Rioja Baja, fiesta de mujeres. Sin embargo, el tocar las campanas en la noche de Santa Agueda no ha sido sólo una cuestión de mocedad, sino también de Concejo. En el Catastro del Marqués de la Ensenada, realizado en 1752, aparecen reflejados en los gastos de algunas Villas el de la noche de Santa Agueda.

En Herce, el sacristán recibía 47 reales anuales por regir el reloj y tocar las campanas la noche de Santa Agueda. El Concejo de Herramelluri daba quince reales a las personas que se encargaban de voltear las campanas esa noche. Asimismo, los Concejos de Negueruela, Ojacastro, Soto en Cameros, Torrecilla en Cameros, Bañares, Hervías, Muro en Cameros y otros recompensaban a las personas que durante esa noche se hacían cargo del volteo de las campanas.

En el año 1698 se publicaron las «Synodales del Obispo Lepe». La constitución XI es una disposición sobre el repique de campanas en la noche de Santa Agueda, en las que el Obispo regula la admisión de personas en la iglesia y en el campanario para que no haya lugar a excesos, debiendo permanecer esa noche cerradas las puertas de la iglesia, y respecto del método y estilo de tocar las campanas, sugiere solamente los toques de la prima noche y de la madrugada, y aconseja que no toquen en los lugares donde no hubiere tradición.

En algunas fiestas celebradas por las mujeres en esta fecha, uno de los hechos característicos para festejar a la Santa era el volteo de campanas. En Muro de Aguas, Valdeperillo, Santa Eulalia Somera, Bergasa, Robres del Castillo, las mujeres acudían al campanario a voltear las campanas e invocar a la Santa la protección y salud de los senos.

Autol, en La Rioja Baja, recuperó en 1988 la tradición de los «repiquetes» en la noche de Santa Agueda, desaparecida en los años 1960. Son toques de campana que se dedican a las personas que los solicitan y abonan previamente cierta cantidad de dinero. Desde el campanario, momentos antes de sonar el repiquete, el. campanero grita: «Este repiquete pa...»

El servicio de tocar las campanas en los siglos XVIII y XIX

Clavijo. Año 1737. La Villa y la Fábrica de la iglesia llegaron al acuerdo «para siempre jamás los oficios y empleos de Sacristán, organista y campanero en dicha iglesia, y de Maestro de Escuela de Primeras letras en leer, escribir y contar, para que más bien se puedan disponer, conservar y mantener, porque no puede ser lo ejerzan distintas personas por falta de renta, que todos los dichos oficios los sirva una persona, apta y capaz, respecto que en esta Villa puede hacerlo cómodamente...»

Las obligaciones de esta persona respecto al oficio de campanero eran: «obligación de tocar las campanas todas las primas vísperas, salves, procesiones, rogativas, oficios de difuntos, en alba y oraciones, por la noche, y a todas las demás funciones y actos que es costumbre y según la orden que se le diese por el Cabildo y cura..., así como a lo que llaman nublado por el mediodía, noche y alba, según es costumbre desde la Santa Cruz de mayo hasta la de septiembre, y a más de ello, en todo el discurso del año ha de tocar a nublado siempre que lo haya y amenace tempestad, y todo ello lo ha de hacer por su persona cuando pueda y no haga falta en la iglesia en otros ministerios, y no pudiendo ha de poner persona que toque y gobierne las campanas a todo lo referido de su cuenta y riesgo» (9).

Muro de Cameros. Año 1739. En ese año el Concejo contrató el servicio de tocar las campanas en las siguientes condiciones (10): «El toque llamado de nublo por la mañana, mediodía, anochecer y siempre que se desarrollen tormentas durante la época de Cruz a Cruz..., los repiques y volteos acostumbrados en la noche de Santa Agueda, siendo de cuenta del campanero buscar quien le ayude, abonándosele por este servicio cuatro reales en metálico, una azumbre de vino y una cuarta de pan..., tocar en la procesión general a la ermita de Santa María Egipcíaca y en las procesiones de rogativa y romería a las ermitas o iglesias de Santo Domingo de Silos en Laguna de Cameros y de San Felices en Hornillos de Cameros..., toque de perdidos en las tempestades de nieve del invierno, abonándole en cada caso la Villa media azumbre de vino y media cuarta de pan.»

Ochanduro. Año 1855. En fecha tres de mayo de aquel año salió a subasta pública el servicio de tocar a nublo la temporada de costumbre y cuidar el reloj de la Villa durante todo el año, con las condiciones siguientes:

-Cuidar el reloj para que ande bien y limpiarlo. Si se descompone, la persona encargada lo compondrá de su cuenta. El Ayuntamiento pagará la maroma de las pesas.

-El toque de nublo se hará en la temporada de costumbre, desde la Cruz de mayo a la Cruz de septiembre. Las horas del toque de nublo serán: una por la mañana, al amanecer; otra, a las once de la misma mañana, y otra, al toque de oraciones. También tocará cuando haya tormenta.

-El pago lo hará el Municipio por los trabajos mencionados, y será de ocho fanegas de trigo, que se recaudarán en el mes de septiembre.

En contratos posteriores de esta Villa aparecen algunas especificaciones a considerar:

-Las horas del toque de nublo son por la mañana, al romper el alba; a las once de la misma mañana y por la noche, al toque del Ave María. En tiempo de Maitines el toque por la mañana será más temprano, como siempre ha sido de costumbre.

-Ha de tocar las campanas de vuelta en los días de rogativas y demás funciones que correspondan al municipio. El toque de campanas de vuelta o a vuelo lo verificará todos los días que siempre ha sido costumbre y cuando lo pidan las circunstancias: esto es, en los días de primera clase, si se hace una rogativa u otra función...

En otro contrato de esta misma Villa, de fecha 28 de abril de 1889, se determina:

-Tocará las campanas a nublado cuando alguno de estos incidentes se presente y por la mañana, en agosto, durante la recolección a las tres y a las once diariamente y por la noche al anochecer, y en tiempo de vendimia echará la campana al vuelo a las cuatro de la mañana.

-El tipo de remate consistirá en ocho fanegas de trigo pagaderas en veintinueve de septiembre (11).

____________

(1) JOVELLANOS, Melchor Gaspar de: Biblioteca de Autores Epañoles. Tomo LXXXV. (Tomo III). Madrid, 1956, pág. 267.

(2) MERINO URRUTIA, José J. Bautista: Oroeoonzas de Ojacastro (Rioja). Siglo XVI Instituto de Estudios de Administración local. Madrid, 1958.

(3) MERINO URRUTIA, José J. Bautista: El Río Oja y su Comarca. Excma. Diputación de Logroño. Logroño, 1968, págs. 222-223.

(4) MERINO URRUTIA, JoSé J. Bautista: El Río Oja..., op. cit., pág. 21.

(5) GONZALEZ y GONZALEZ, Pedro: Historia de la Villa de Muro en Cameros. Sección de Manuscritos de la Biblioteca del Instituto de Estudios Riojanos. Logroño. Signatura M 415.

(6) RUIZ-BAZAN SAENZ, Angel Ignacio: Tradiciones en Albelda. Excmo. Ayuntamiento de Albelda-Cajarioja. Logroño, 1986, pág. 74.

(7) ELIAS, Luis V. et al.: Guía de Fiestas de La Rioja. C.I.A.E. El Molino, Sorzano (La Rioja), pág. 105.

(8) ABAD LEON, Felipe: La Ruta del Cidacos. Editorial Ochea. Logroño, 1978, pág. 225.

(9) ARCHIVO HISTORICO PROVINCIAL de Logroño (A.H.P.). Archivo Municipal de la Villa de Leza de Río Leza. Signatura 151/71/M/LE.

(10) GONZALEZ y GONZALEZ, Pedro: Historia de la Villa de Muro en Cameros..., op. cit.

(11) A.H.P. Archivo Municipal de la Villa de Ochanduri. Signatura 6/12/M/O

MARTÍN SOLANAS, Alberto
Revista de Folklore nº105 (1989)
  • Toques actuales de campanas: Bibliografía

     

  • Volver a la página anterior
  • Menu inicial CAMPANERS DE LA CATEDRAL DE VALÈNCIA
    Campaners de la Catedral de València
    © Revista de Folklore nº105 (1989)
    © Campaners de la Catedral de València (2024)
    campaners@hotmail.com
    Actualización: 28-03-2024
    Convertir a PDF

    Connectats: 97 Visitants: 96 Usuaris: 1 - servidor