RAMÍREZ, M. Carmen - Rituales huertanos para guiar a los difuntos

Rituales huertanos para guiar a los difuntos

Muchos pueblos siguen 'tocando a muerto' en las campanas de sus iglesias y los vecinos salen a preguntar quién es el finado. Hacerle la cama a los muertos o encender velas para marcar el camino al cielo son algunos de los hábitos que se mantienen en la festividad de Todos los Santos

La tradición en Murcia es fuerte y la huerta es uno de sus baluartes. Aunque Halloween es amenazante, estos días cientos de personas compran flores, encienden velas, hacen las camas a los difuntos, pagan misas a sus familiares fallecidos, rezan novenas por todos ellos y, de postre, degustan los dulces de esta época. Las pocas campanas de auroros que quedan se preparan para iniciar el ciclo de Difuntos, y la compañía Cecilio Pineda ensaya para despertar a Don Juan y Doña Inés en el Romea. Porque, como dice la única hornacina a los difuntos que queda en la ciudad, en el lateral de la iglesia de San Bartolomé, «a las ánimas benditas, no te pese hacerles bien, que sabe Dios si mañana, serás ánima también».

Honrar a los muertos, recordarles y, sobre todo, marcarles el camino a la eternidad es la principal razón de ser de la festividad de Todos los Santos. Aunque por el camino se van quedando ciertas costumbres que solo los más mayores recuerdan y en la mayoría de los casos ni ellos practican, el día 1 de noviembre es una fiesta especial, mágica, cargada de simbología.

Quedan muchas casas en la huerta murciana que estos días iluminan retratos de sus familiares perdidos con velas. «Su función es alumbrar el camino que tienen que seguir las almas de los difuntos para llegar al otro mundo». Muy típicas son las mariposas, luces especiales que arden flotando sobre una capa de aceite, y que se encienden la noche del 31.

Una costumbre muy curiosa, también de la huerta de Murcia, es hacer la cama con esmero y cuidado al amanecer del día 1 de noviembre. Tomás García y María Luján, documentalistas especializados en las costumbres, citan los testimonios de murcianos como Josefa Ruiz Nicolás, que «se hace la cama el día de los santos temprano porque salen las ánimas a descansar. Salen a las dos de la tarde y entran al día siguiente a la misma hora». La cama se prepara con las mejores sábanas y cobertores del ajuar para facilitar el placentero descanso del familiar desaparecido. Según Hoyos Sáinz, en un artículo de 1944, «en la huerta de Murcia arreglan las alcobas lo mejor posible y no se acuestan los vivos para que los muertos puedan volver a descansar».

Rezos, salves, novenas...

La muerte había que celebrarla, pero con tristeza y recogimiento. Era considerada, en la doctrina católica, el paso al cielo y en la tierra había que facilitar esa transición, con rezos, novenas, salves y demás ritos destinados a encomendarse a Dios para que ayude a los difuntos. «El creyente en la Tierra puede ayudarles con las oraciones, la limosna y sobre todo por el sacrificio de la misa», cuentan García y Luján. Si había algo que marcaba la muerte era el luto. Ya es difícil ver a los familiares y amigos del difunto vestidos de negro de pies a cabeza, ni siquiera en los días más cercanos a la pérdida. Pero antes, el luto, que se podía extender por más de dos años en el vestir, marcaba también el día a día de las personas. «En la huerta de Murcia, las mujeres que están de luto colocan boca abajo los platos en el vasar, hacen desaparecer de él cualquier objeto de cobre o de metal que pueda brillar a la luz y vuelven los cuadros y estampas que hay en la casa. Los hombres encierran la guitarra en el fondo del arca».

Son muchos los pueblos que siguen 'tocando a muerto' con las campanas de sus iglesias. Y entonces los vecinos salen a las puertas de las casas a preguntar quién es el finado. Y se va corriendo la voz. Las campanas que tocan a muerto antes lo hacían de forma diferente si era hombre o mujer. También era distinto el toque cuando moría un niño.

Solo el rostro descubierto

La muerte de los pequeños era tratada de una forma bastante llamativa en ciertos puntos de la huerta murciana. Cuenta Mariano Ruiz Funes en su libro 'Derecho consuetudinario y economía popular de la huerta de Murcia' que «encerrados en un ataúd blanco, eran llevados a mano por otros chicos de su edad (...) seguidos por un numeroso acompañamiento infantil y detrás marchaban graves los hombres». Antes, en la cama, a modo de capilla ardiente, se les cubría con ramas de albahaca dejando al descubierto tan solo sus rostros. Mucho ha cambiado el tratamiento de las muertes en los niños, a los que antes se enterraba incluso fuera de los cementerios si no había dado tiempo a bautizarlos antes del deceso.

A duras penas se mantienen los auroros -solo quedan cinco campanas- y sus faroles. El día 1 empieza el ciclo de difuntos y lo hace en los cementerios de la ciudad. En las pedanías y en el municipal, en Nuestro Padre Jesús, los auroros cantan salves a los muertos y lo hacen frente a sus tumbas, honrando a amigos, familiares y personajes distinguidos de la ciudad. Rodeados de las miles de personas que mantienen viva la costumbre de visitar las tumbas de sus familiares fallecidos.

Tomás García ofrecerá el 18 de noviembre en el Casino una conferencia sobre estos ritos y tradiciones.

RAMÍREZ, M. Carmen

La Verdad (28-10-2015)

  • MURCIA: Campanas, campaneros y toques
  • Toques actuales de campanas: Bibliografía

     

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