HENRÍQUEZ GRATEREAUX, Federico - Campana imperialista

Campana imperialista

El doctor Batlle Pérez cuenta en su correo que la donación de la campana del acorazado Memphis “estuvo encubierta por una subasta “ganada” por los frailes mediante un valor (posiblemente exiguo) obtenido por colectas entre los fieles de la parroquia; y en esto, aunque tenga carácter especulativo no puede pasarse por alto el mutuo afecto, amistoso, surgido entre el capitán Beach y el arzobispo Nouel en los días y semanas posteriores al naufragio. Así obtenida, la campana fue montada en su torre en presencia del arzobispo y no sin tropiezos porque su excesivo peso (estimado en cerca de media tonelada) hizo que en un momento del procedimiento se zafara de sus amarras y cayera al suelo, afortunadamente sin lesionar a nadie y sin sufrir, aparentemente, algún desperfecto”.

Y allí, “encampanada” por años, tocó para sus feligreses hasta que en 1930, siendo prior de la orden fray Leopoldo de Ubrique (luego Francisco Panal, obispo) y por motivo de estar fisurada fue enviada a España en donde, tras ser refundida en una fragua valenciana y regresada al país, fue recolocada en su elevado lugar junto a sus otras dos grandes compañeras montadas en esa ocasión. Y hoy, aunque su badajo no golpea con la frecuencia que solía hacerlo en el ayer, resuena ocasionalmente llamando a la oración”.

“La campana ganó porque fue llevada del palo de trinquete de la nave a las alturas del vetusto y venerado campanario colonial y porque, despojada de su impronta militar, fue dedicada a funciones más sublimes al servicio del señor. Allí, entre abejas y palomas, bien elevada, lejos de manos inescrupulosas, ha quedado protegida con el mismo celo que la iglesia le da a sus registros y documentos históricos. Pero no está archivada sino al aire libre, expuesta al agua de lluvia, a la polución citadina, al efecto corrosivo de las excretas de las aves…”.

“El USS Menphis, el impresionante monstruo marino de acero que el imperio nos mandó para que entregáramos nuestra soberanía, hace mucho tiempo que el mar Caribe lo puso fuera de combate, pero su campana vive, paradójicamente, en sacro servicio, no callada ni arrinconada en un memorial. Y esto, es posible que su capitán lo supiera bien”. La campana imperialista se tornó santa.

HENRÍQUEZ GRATEREAUX, Federico

Hoy (14-05-2015)

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