DAROCA, Hugo - Las campanas de nuestro templo

Las campanas de nuestro templo

Con la fundación de la villa se construye la capilla. A su lado se levanta el campanario en una torre de madera. Se conocen su ubicación y ciertos detalles por un esquicio1 ?producto de la simple observación del dibujante? del frente de la manzana vista desde la plaza Mayor, calle San José, entre Urquiza y Luis N. Palma, que tiene valor documental. Brinda pormenores de la capilla y del campanario ?con su escalera?, ubicado justo en la esquina de Luis N. Palma, frente a la casa del cura. En Cuadernos de Gualeguaychú2 aparecen también un texto explicativo y un informe.

En aquellas épocas, las campanas eran tan importantes que en muchas ocasiones construían el campanario antes que la capilla. Constituían un símbolo y daban fuerza a su fundación. Se dice que Santa Teresa de Ávila no abría un nuevo convento sin instalar antes en lugar visible una buena campana.

Por otra parte, no había otros medios de comunicación en las villas o ciudades, así que se convertían en el mecanismo básico para transmitir noticias y ciertos acontecimientos. Existía un código que se interpretaba fácilmente: ellas hablaban a través de sus tañidos y los vecinos los entendían. Estos variaban según el rito religioso o el tipo de acontecimiento anunciado.

Fueron adquiridas con la contribución de los vecinos. Las operaba un campanero o el propio cura. Desde su instalación quedaron integradas a la comunidad en la que cumplieron un papel importante. Con diferentes toques guiaban durante el día muchas de las actividades y prestabn mayor solemnidad a los oficios religiosos, actos y ceremonias.

También se tañían en los acontecimientos peculiares que se celebraban en la Villa de San José de Gualeguaychú. Entre ellos, la conmemoración de las fechas patrias, las victorias militares o el arribo de un funcionario o de un personaje destacado. El cura a cargo de la capilla debía recibir los avisos. Él decidía la clase de toque que se haría y en qué momento; además, agregaba los servicios religiosos que se brindarían.

Toque de campanas

Según el toque se podían distinguir las ceremonias muy solemnes de los hechos de menor importancia; así como tenían diferente significado los tañidos festivos de los fúnebres. Todos los días se tocaba al alba. Esto se hacía prolijamente: a pico, con muy poco vuelo e inclinación, pausa y, posteriormente, golpes. Al mediodía y al anochecer se tañía tres veces a pico con el mismo efecto.

El domingo y los días de guardar, los negocios cerraban después del segundo repique para facilitar la asistencia a la misa mayor. Otros toques diarios eran el llamado a misa, el toque del alba, el del ángelus, el de mediodía y el de la oración.

Después de rezar el Rosario, que en verano comenzaba al atardecer y en invierno ya de noche, tocaban las campanas por última vez en el día. Era el toque de oración. Los hombres que estaban en las pulperías y en las boticas sabían que pronto su familia se reuniría en casa para la cena y les servía de aviso para volver al hogar. Los comercios cerraban, la villa quedaba en silencio. Reinaba la paz.

Doblar y repicar de campanas

Son las dos formas fundamentales de tañer las campanas. Dentro de los repiques existen, a su vez, diferentes modalidades.

Tratándose de campanas, doblar significa “tocar a muerto”. De allí la típica frase “¿Por quién doblan las campanas?”, que equivale a preguntar quién es el muerto. Otros nombres para el anuncio de muerte con campanas eran clamor o posa. El sonido que el campanero procuraba alcanzar cuando “doblaba” la campana era un talán largo, muy triste y lastimero. Pasados unos instantes se repetía, en general, lentamente.

Ilustra esta costumbre en nuestra ciudad la nota periodística que transcribimos:

“El lúgubre tañer de las campanas al amanecer el día 23 nos anunciaba la prematura muerte de la apreciada y distinguida señora Da. Simona P. De Gabito. El ronco son de esa campana que en sus vibraciones parecía gemir de dolor, en que nos anunciaba que había quedado desierto el hogar de la familia...” 3

Al año siguiente, el mismo periódico, en la nota “Un recuerdo a los que fueron”, expresaba:

“Lo dijimos que había sido un año de duelo para esta población. Nuestra sociedad, hace algunas semanas siente casi cotidianamente el tañido funeral de las campanas que nos anuncian a los que aún quedamos sobre la ribera de la vida, que alguna de tantas familias conocidas visten luto por la eterna ausencia de seres muy caros a sus corazones”.4

No todos compartían estas costumbres porque los molestaba. Veamos lo que expresaba un cronista en 1862:

“Basta de repiques. Parece que el Sr. Cura se complace en alarmar más a la población de lo que lo está con la peste de la viruela. A cada momento las campanas nos aturden llamando para su majestad. Según hemos oído, si no se nos ha informado mal, el Sr. Jefe Político ha observado lo mismo al Sr. Cura. Pero cada día siguen alarmando más las campanas con sus repiques. El señor Cura debe hacerlo cesar, porque antes que los repiques está la conservación de los enfermos a quienes cada campanazo llena de inquietud”.5

Agregaba la nota: “… el Sr. Cura puede prestar ese último auxilio de la religión, sin necesidad de llenar el espacio con la fúnebre señal de sus repiques”.

Otro periodista, en 1885, criticaba porque “insensiblemente en nuestra población se van introduciendo ciertas costumbres que chocan contra el buen sentido y las conveniencias sociales”.6 Se refería al cierre del tránsito en las calles empedradas cuando había algún enfermo y decía que bastaba con echar arena. Además, se preguntaba por los trapos negros colgados de los llamadores para que el pueblo supiera que en esa casa estaban de luto.

En cuanto al acto de doblar las campanas, sostenía que solo servían para alarmar más a los enfermos y que sería de gran utilidad que la Municipalidad prohibiera los dobles por los muertos. Terminaba su nota diciendo:

“Las campanas no deben tener otro fin que llamar a los fieles a la misa. Repicar el sábado a las 12 para llevar alegría los corazones de los niños, que saben que al otro día no tiene escuela, ni el trabajador debe concurrir a sus tareas”.

Las campanas servían hasta de reloj porque puntualmente daban la hora. En fin, se trataba de una compañía deseada y estimada. Por eso algunos se quejaban por la impuntualidad en el toque de mediodía. En tal sentido se publicó una solicitada titulada “AL SEÑOR CURA”7 que dice:

¿Quién es el encargado de tocar las campanas al mediodía? Días pasados hemos protestado contra la negligencia o mala voluntad del encargado, pero en vano. Basta de mofarse del público. Hay días, como el sábado pasado que se tocó media hora antes de las doce, y casi siempre con la misma irregularidad. Esto es escandaloso, y perjudica a mucho. Esperamos que el señor cura pondrá remedio”.

Cabe destacar que cuando fallecía alguien se debía avisar al cura. Él era el único que podía ordenar la misa y el toque de posas, que consistía en doblar las campanas y en cantar el responso; esto también tenía un sentido religioso: se tañían las campanas cuando se iba a celebrar un funeral.

El repique es un tañido festivo y repetido en señal de regocijo. Las efemérides patrias y paradas militares se celebran con repiques de campana, , etc. , En estas ocasiones o cuando se festejaba el triunfo en alguna batalla, se “echaban las campanas a vuelo”que expresa que algo se está celebrando con gran alegría y júbilo.

Notas

1 Archivo del Instituto Magnasco.

2 Cuadernos de Gualeguaychú, Nº 2, p. II.

3 El Chimborazo, Nº 23, 25-4-1874, Hemeroteca Biblioteca Sarmiento.

4 El Chimborazo, Nº 91, 24- 4-1875, Hemeroteca Biblioteca Sarmiento.

5 La Democracia, Nº 140, 11-12-1863, Hemeroteca Biblioteca Sarmiento.

6 El Telégrafo, Nº 130, 20-5-1885, Hemeroteca Biblioteca Sarmiento.

7 El Porvenir, Nº 284, 8-8-1866, Hemeroteca Instituto Magnasco.

8 Bosch, Beatriz: Urquiza Gobernador de Entre Ríos 1842-1852, Paraná. Edit. de Entre Ríos, 2001, 2a edic., p. 89.

DAROCA, Hugo

Diario El Argentino (28-05-2015)

  • Catedral - GUALEGUAYCHÚ: Campanas, campaneros y toques
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  • Toques manuales de campanas: Bibliografía

     

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