Sotillo reunió a media docena de campaneros en el II Concurso de Repiques con motivo de las fiestas de San Lorenzo
Los campaneros se cotizan al alza en la comarca sanabresa donde buena parte de los campanarios han enmudecido por falta de manos que sostengan los badajos y aprendices de su melodía. La población de Sotillo acogió el II Concurso de Repique de campanas, durante las fiestas patronales de San Lorenzo, una buena ocasión para dar un recital del instrumento que más sonó por los pueblos. La competición reunió a media docena de campaneros y sacristanes veteranos de los pueblos de Rozas, Sotillo y San Juan de la Cuesta. A la hora torera de las cinco de la tarde, la plaza de la iglesia de Sotillo comenzó a llenarse de espectadores con función de escuchantes. No había toro para lidiar pero sí badajos que tañer con maestría. Los cinco miembros del jurado imparcial se encargarían de puntual sin mirar al campanario las interpretaciones musicales a dos campanas. En el Cabildo de la Iglesia se prepararon los músicos para actuar.
Abrió el concierto uno de los grandes practicantes, Emilio Barrio Rodríguez, que mantuvo el tiempo de interpretación cuatro minutos sobrados. A buen ritmo y pese a tener algo lesionado un brazo. Nicanor García Meneses, de Sotillo, tomó el relevo y aguantó casi dos minutos, y su relevo, también de la casa, Juan José Martínez Bruña. Otro campanero de San Juan de la Cuesta participó en el concierto, Francisco Barrios Losada. Juan Manuel Rodríguez y Francisco Rodríguez cerraron el recital. Y el último fue el primero.
Francisco Rodríguez, con un campaneo que los vecinos reconocieron de inmediato, se alzó con el concurso con 41 puntos y dejó el trofeo cerca de la torre de Sotillo. El segundo puesto recayó en Emilio Barrio, 36 puntos, que recordaba que de niño a la hora del Rosario y al anochecer se dejaba a los niños tocar la campana para que aprendieran. A otras horas vecinos y curas los reprendían si se les ocurría menear el badajo. "Era la forma de aprender". San Juan de la Cuesta se llevó el tercer premio con la interpretación de Francisco Barrios Losada. Terminado el repertorio de los maestros comenzó la interpretación libre de los niños, hasta que aprendan "La Molinera" que debe ser la sinfonía mayor del arte del campanario. Un repertorio en el que se distingue el toque a misa, el toque a fiesta, hora de difuntos diferenciando hombre, mujer y niño. Y el desconcierto total es el toque a arrebato para fuego.
De continuo las campanas que llaman a misa se accionan con un rudimentario mecanismo y una simple cuerda que se desliza por los vericuetos de la torre, implantados como en Sotillo en todos los pueblos de la comarca. El artilugio ha relevado a sacristanes y campaneros unos fatigados de tener que subir a los campanarios por las escaleras de caracol y otros ya ausentes. Pero las notas que produce el rudimentario mecanismo no tienen color.
Y si Sotillo tuvo su concierto fue por el interés del párroco, Miguel Ángel Fernández Orduña. El campanario se ha beneficiado de acoger este concurso ya que para evitar caídas se colocó una barandilla en el tramo final de la torre, y se proyecta ya un tejadillo para que no se filtre el agua. Y para finalizar la audición "volteo" completo de campana.
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