ARANGO, José de - La campana de Santa Bárbara

La campana de Santa Bárbara

La oleada de robos sacrílegos comenzó en la ermita de Borducedo

Los robos sacrílegos, masivos, comenzaron por esta comarca salense con la campana de la capilla de Santa Bárbara sita en el barrio de Repozo, en Borducedo de Malleza. Estaba fuertemente sujeta en el rústico campanario de piedra, pero los ladrones la desmontaron por la noche y se fueron con ella. Un antiguo vecino de las brañas residente en Avilés se encargó de comprar otra que está bien blindada en su sitio mediante una obra de estrategia del maestro cantero Severino el de La Veiga. La vieja campana nunca apareció. Y ya pasaron un par de años.

Después les tocó el turno a algunos panteones del cementerio de Malleza. Allí la cosa es más fácil porque el coche llega hasta el mismo camposanto y la puerta no está cerrada. Todos los objetos de bronce fueron arrancados y hasta se llevaron lápidas. Tampoco fue recuperado nada. Las denuncias a la autoridad competente no han dado fruto alguno. El delito es tanto del que roba como de quien compra lo robado, a muy buen precio, naturalmente.

Los pueblos se están quedando vacíos y por la noche, como ya no quedan ni siquiera bares -tienen los mismos impuestos e inspecciones de Hacienda que en la ciudad- para que los vecinos jueguen la partida hasta tarde como ocurría antes, por las noches no hay por nuestras aldeas ni un trasnochador. En invierno, a las ocho de la tarde, ya no hay luz en ningún caserío. Los cacos tienen toda la noche para sus incursiones y tampoco les asustan los jabalíes ni los lobos que llegan hasta las quintanas como ocurrió hace poco tiempo en Mallecina, que los cánidos mataron a pie de caserío a cuatro ovejas. Los lobos están protegidos por las leyes vigentes que dictan los políticos, y los cacos, si son localizados, tampoco van a invernar a Villabona porque hasta pueden negarse a hablar cuando les interroga la autoridad. Es la ley.

La oleada de robos en iglesias y ermitas en los pueblos de Salas puede llevar muy bien a que don Iván, el párroco que regenta diversas parroquias del concejo, llegue un día a oficiar su misa semanal y se encuentre hasta sin las vinajeras. Del cepillo de los santos ya ni acordarse porque los arrancan de cuajo para desmontarlos en la tranquilidad de la noche y sacar los seis euros del botín como ocurrió en Las Centiniegas, mientras que don Rodrigo, el cura nacido en este pueblo, con sus noventa años a cuestas, sube ágil y feliz a la braña de Borducedo para oficiar la misa a mediados de verano con cuarenta grados a la sombra y todo indica que no se desanima por todo lo que está ocurriendo. Como don Iván. Pero, claro, estoy hablando de dos santos varones de la Iglesia. Muchos vecinos piensan, en cambio, que lo que hace falta es más vara de avellano cortado en menguante que no se rompe nunca por dar unos guiadazos. Todo indica que cada día hacen más falta. O poner a los indeseables a limpiar montes

ARANGO, José de

La Nueva España (14-09-2013)

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