VEIGA, Yolanda - Una campana repica bajo el agua

Una campana repica bajo el agua

Bled está a 55 kilómetros de la capital eslovena, Ljubljana - Autor: M.S.E.
Bled está a 55 kilómetros de la capital eslovena, Ljubljana - Autor: M.S.E.

Si Bled no tuviera una leyenda habría que inventarla. Pero la tiene. Y cuenta que este lago con torreón de cuento que asoma a las faldas de los Alpes Julianos -en la Eslovenia más noroccidental, casi en la frontera sur con Austria- fue un castigo divino a los despreocupados vecinos de Bled.

Entretenidos como estaban en sus contenciosos de pastos y animales, tenían descuidada la faceta espiritual. Y medio abandonada la bella capilla del pueblo, que profanaba a menudo el ganado, entrando y saliendo del templo como si fuera una cuadra. La ofensa fue castigada con un diluvio terrible que duró horas e inundó el pueblo convirtiéndolo en la islita que es hoy. Solo quedó libre de la furia de las aguas la capilla de la Asunción de María, que corona el islote central del lago glacial, una visita obligada si uno se acerca a Eslovenia.

Hoy la gente de Bled -casi 11.000 vecinos, según el último censo- vive de contar la leyenda a los turistas. Y les advierten de que quizá oigan un extraño repicar. Esta es la segunda parte de la historia... con Bled ya sumergida bajo las aguas.

En unos tiempos que nadie se atreve a datar habitaba el castillo (¡porque cómo iba a faltarle a un escenario de cuento un castillo!) un señor al que una banda de desalmados dieron muerte. Su viuda quiso honrar a su difunto marido colocando en la capilla de la isla una campana que repicara eternamente en su memoria. La mujer mandó fundir todo el oro que guardaba para fabricar la campana más grande y brillante, pero la mala suerte quiso que la noche en la que un grupo de hombres la trasladaba a la isla en un bote, una tormenta hundiera la barca. Jamás se supo qué fue de los tripulantes ni se encontró la campana en el fondo. La viuda recurrió entonces al Papa de Roma que, conmovido por la triste historia, mandó fabricar otra campana, la que hoy marca las horas en Bled -el campanario se eleva 52 metros-. Pero... es ésa ¿o acaso la que suena es la original? Porque aseguran los lugareños que en noches de tormenta se escucha un extraño repicar que nace del fondo del lago, treinta metros abajo que son un misterio a pesar del agua cristalina.

Y el visitante tendrá ocasión de comprobarlo porque las tormentas y el cielo negruzco son habituales aquí, incluso en verano. Otra cosa es que llegue a oír la campana, eso ya no se lo garantiza nadie. Lo que sí le pueden prometer los vecinos es que Bled bien merece la visita.

Barquitas de madera acercan a los turistas a la isla y también se puede bordear el lago a pie (el recorrido se extiende 6 kilómetros) o en bicicleta, haciendo una parada en alguna de las terrazas que se asoman tímidas a la orilla, como temiendo acercarse demasiado a un lugar sagrado. La opción del baño es obligada en verano y segura -las embarcaciones a motor están prohibidas-. Y las alternativas en invierno son el patinaje o el partido de hockey sobre sus aguas heladas. Luego, pueden ir a descansar a alguno de los cercanos hoteles con aguas termales.

Poco más se puede hacer en Bled salvo disfrutar de un paisaje único. De día y también de noche, porque hay terrazas que trasnochan un poco para que los clientes puedan gozar de la estampa del lago iluminado y la misteriosa isla de la leyenda saliendo del agua. La cerveza, como en cualquier parte del mundo, es siempre una opción de garantía, pero también los calóricos dulces con que muchos ponen el broche a la cena. Y si aún así todavía se quedan fríos en muchos bares prestan mantas a los clientes.

Los 99 escalones

Con la llegada del día se espantan los fantasmas y se empieza a desperezar esta tranquila población de gente amable con fama de buenos anfitriones. La vida transcurre en sosiego y probablemente es uno de los lugares más concurridos pero con menos ruido del mundo, como si todos los turistas cumplieran con una norma no escrita de no interrumpir el disfrute del otro.

En verano la actividad en Bled se reduce prácticamente a los paseos y a los elegantes chiringuitos que dan entretenimiento a la gente. Y de repente aparecen cuatro operarios... sí cuatro, para colocar una señal. Es una advertencia sobre los peligros de bañarse en el lago, así que prudencia, que no les gustan los sustos. Los hombres trabajan despacio, midiendo con precisión de arquitecto dónde hacer el agujero para que la señal quede visible pero no moleste el tránsito de los paseantes. Discuten en voz baja sobre la idoneidad de este punto o ese otro medio metro más allá, y están en perfecta consonancia con este pueblo de gentes tranquilas.

¿Todavía no se han convencido de que es un lugar para visitar? Pues aquí va otra leyenda, esta con final feliz. La escalinata que conduce a la iglesia de la isla tiene 99 peldaños y muchos novios van allí a darse el sí quiero. Claro que la única garantía de que el matrimonio llegue a buen puerto es que el novio suba en brazos a la novia por las empinadas escaleras. Y la promesa bien merece el esfuerzo, ¿no?

Remeros. El lago mide 2,1 kilómetros de largo por 1,3 de ancho. Los remeros y los nadadores de Bled se entrenan en el lago durante todo el año. Una pareja de remeros del Club de Bled ganó en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000 la medalla de oro para Eslovenia.

VEIGA, Yolanda

Diario Vasco (30-07-2012)

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