¡Tarde del once de enero!
cuando el sol agonizaba
la Torre al cielo pedía clemencia,
y no le escuchaba.
Poco a poco iba muriendo
y sus pulsos se agotaban,
la que millares de veces
al viento desafiaba.
Aquella veleta erguida
y el eco de su campana
en las noches de dolor
nos consolaban el alma.
Los que te vimos en pie,
y ahora derrumbada;
aquellos pobres mendigos
bajo ti se cobijaban,
las palomas mensajeras
en tu alero descansaban.
¡Qué triste es el despertar!
ver los gorriones chillones,
no pueden bañar sus alas
al sol con tus resplandores,
sus hogares han perdido
golondrinas y aviones.
Ya no tienen paraiso
jilgueros y ruiseñores,
tu campanario cubrían
con diferentes colores;
los almendros no florecen
y sin perfume las flores.
Cuantos latidos se escuchaban
salir de los corazones,
de alfombras negras se visten
las calles y los balcones,
de luto se cubre el cielo
de arcoiris sin colores.
Todo lo que nace muere,
todo a la muerte camina,
y a tus gruesos pedestales
los deshizo cualquier china,
en una tarde de invierno
cuando estabas más tranquila.
Encima de tus cenizas
te queremos ver brotar
lo mismo que las espigas
y el agua en su manantial,
y tu veleta se alce
a la corte celestial.
Que vuelvas y resucites
como un clavel que renace
y te admiren y adoren
los pueblos y las ciudades.
Yo quisiera a tu memoria
y con mi pluma de obrero
expresarte mi amor
y decir cuánto te quiero.
Que cante mi poesía
¡Tobarra ya tiene Torre!
y en el último suspiro
que tu campana me doble.
© Tobarra - La Coctelera (2012) © Campaners de la Catedral de València (2024) campaners@hotmail.com Actualización: 19-04-2024 |