Algunos de los campaneros, en la torre sur de la Catedral - Autor: CASCANTE, Patxi
Desde hace nueve meses Pamplona cuenta con un heterogéneo cuerpo de 34 campaneros.
mucho ha llovido desde que el campanero de la Catedral viviera en el propio templo. A día de hoy, la Casa del Campanero, ocupada hasta hace tan solo tres décadas, es parte del Museo de la Catedral y los campaneros poco tienen que ver con sus últimos inquilinos.
Los del siglo XXI viven en sus pisos de la Chantrea, Iturrama o el Ensanche, tienen entre 12 y 70 años y pueden ser estudiantes, comerciantes, profesores o abogados. Ayer una veintena de ellos se reunieron para recordar a los pamploneses la celebración del día de San José.
Esta nueva hornada de campaneros nació el pasado mes de junio gracias a un curso organizado por el Arzobispado y la Fundación Caja Madrid. El objetivo era "crear un cuerpo de campaneros estable que permitiese cubrir las necesidades litúrgicas de la Catedral y mantener vivo el patrimonio sonoro". Nueve meses después, la Catedral cuenta con 34 campaneros "cada uno de su padre y de su madre", según indica Gregorio Induráin, campanero de 38 años que conoció este antiguo oficio en Eparoz (Urraul Alto). "Empecé a tocar en el pueblo con mi padre y cuando supe de este curso, me apunté. Muchos habíamos tenido contacto con el oficio en nuestros pueblos, pero ser campanero en la Catedral de Pamplona son palabras mayores", explica Induráin.
Más curioso es el caso del conocido abogado Jokin Elarre, que decidió cambiar la toga por las sogas de las campanas. "Me jubilaba como abogado y al ver que iba a tener más tiempo me pareció interesante. Conocía la historia de la campanera anterior y me llamaba la atención. Además, en el pueblo ya había visto como funcionaba esto de ser campanero siendo un crío. Y otra cosa importante, no te pedían ser cristiano", explica con sorna. En el caso de Eunate Corcuera, su padre Joaquín fue el principal instigador. "Escuchó por la radio lo del curso y él se apuntó, después me animó a mí y aquí estamos. No es tan sencillo como parece porque pesan mucho y moverlas tiene su cosa, el tema del ritmo tampoco es sencillo", comenta esta joven de 12 años.
En la jornada de ayer la cita era a las 11.30 horas junto al atrio de la Catedral. Tras dejar patente el buen ambiente que reina en el grupo, los campaneros se dividen entre la torre norte y la sur. Media docena se dirigen a la torre del reloj, donde se encuentra la campana María -la segunda más pesada de España-, que según dicen marcaba con su sonido el límite de la Cuenca de Pamplona. El resto de campaneros presentes ayer, doce más, marcha hacía la torre sur, que cuenta con siete campanas. Según se acerca la hora, las 11.45 horas, las chanzas del inicio van dejando paso a cierta tensión. Se descuelgan las campanas, se desmonta una de las barandillas. se tapa el hueco de la escalera... Con todo, lo principal es situarse bien. Las dimensiones de las torres son reducidas y las posibilidades de llevarse un golpe descomunal, sobre todo en la torre sur, no son pocas. Teniendo en cuenta que la campana Gabriela -la más pesada que voltea en España- pesa 2,5 toneladas, mejor no probar. "En el curso se hacía especial hincapié en la seguridad", recuerda Induráin.
Finalmente, los campaneros cumplen con nota y tras el Angelus de las 12.00 horas se despiden hasta la próxima. Al año se reúnen en 40 ocasione. Y el próximo 1 de abril se volverán a juntar para recordar a la ciudad que es Domingo de Ramos.
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