PIEDRAHITA B., Juan Carlos - Llorenç Barber: el campanero mayor

Llorenç Barber: el campanero mayor

El músico español estuvo en Colombia la semana pasada apropiándose del espectro sonoro de la ciudad y presentando el ‘Concierto chapetón para la Iglesia San Francisco’, una creación para ocho campanas de bronce.

Estas campanas no están afinadas, algunas dan notas claras y distintas pero otras no. Ahí no se puede tocar a Bach, ni a Mozart, ni a Beethoven”: Llorenç Barber - Autor: CAMPUZANO, David - EL ESPECTADOR
Estas campanas no están afinadas, algunas dan notas claras y distintas pero otras no. Ahí no se puede tocar a Bach, ni a Mozart, ni a Beethoven”: Llorenç Barber - Autor: CAMPUZANO, David - EL ESPECTADOR

Las campanas están estratégicamente ubicadas entre la tierra y el cielo. Son hijas del fuego y sus más fervientes seguidores las definen como un fragmento de estrella que se escondió en algún punto de la tierra y se hizo mineral. Tienen la capacidad de ligar lo humano con lo desconocido porque su misión es la de acompañar a la humanidad durante las más importantes etapas de transición. Pero además de todo eso, las campanas son instrumentos muy bien aprovechados por el español Llorenç Barber, un músico nacido en una pequeña población de Valencia, que estudió en academia pero después decidió hacerle eco a la informalidad.

Durante sus años de juventud, Barber asistía en plan familiar y comunal a la iglesia. En ese entonces era útil en el coro por su formación profesional, pero lo que quería era estar en las alturas activando los martillos y haciendo repicar las campanas. Así que mientras sus amigos disfrutaban en el campanario, él intentaba poner en la misma línea las voces de más de dos docenas de damas devotas. Sin embargo, más que pertenecer a la estirpe de los campaneros tradicionales, una especie en franca vía de extinción, este hombre hace parte del colectivo de artistas que se salen de la cuadrícula o de los músicos que se apartan del pentagrama para pactar con la comunidad y ratificar que, con la ayuda del arte colectivo, es posible cambiar la cotidianidad de la urbe.

Una ciudad, cualquiera que sea, aparte de ese molesto rugido de motor puede sonar mejor, y Llorenç Barber se tomó esta premisa muy en serio. Por un momento pensó que necesitaría inventarse un artilugio para mejorar la vida de sus semejantes. Se desilusionó al ver que no podía hacerlo y entonces recurrió a un instrumento en desuso, como la campana, al que ya el cura no quiere ni el alcalde tiene interés en mandar a arreglar.

“Mi trabajo con las campanas exige cariño y protección. Hay que tener buenos guantes y uno elabora un elemento de trabajo que es una partitura. Eso nos sirve para entendernos en silencio. Los campaneros de antes hacían música de manera consuetudinaria, lo que significa que recibían una herencia y un saber tradicional. Ahora se crea un programa y se oprime un botón desde la sacristía para que unos martillos neumáticos se encarguen de hacer la labor”, comenta Llorenç Barber, músico del mundo clásico que optó, con devoción personal, por que su arte fuera público para cambiar la manera en la que la gente se relaciona en la calle y para que el asfalto no quedara reducido a un comercio a grito pelado. Para él, la calle no puede ser sólo del ladrón o del policía y por eso quiso trabajar ahí, y no en una orquesta, ni en la academia.

Barber concentró su oficio en un instrumento que tiende a estar dormido, lleno de excremento de palomas, y al que si se le rompe algo nadie repara, mientras tanto se va pudriendo. La utopía de este español es que crezca en la comunidad el interés por revivir un saber que los abuelos ejecutaban porque se habían entrenado para reproducirlo.

“Los campaneros ya dejaron de existir. Para uno desempeñar este trabajo tiene que querer hacerlo y, luego, que lo dejen, porque es importante que le permitan a uno ser ambicioso. Es necesario establecer el nivel de estatura y de vértigo de las personas que deciden acompañar al campanero a hacer repicar este instrumento de dimensiones asombrosas”, explica este personaje dedicado a hacer conciertos con todas las campanas de la ciudad. Barber busca la parte barroca, donde hay mayor densidad de campanas para, en lugar de trabajar en una torre, hacerlo de manera ‘concertada’ con muchas otras. A pesar de la barbarie urbanística, se puede saber así cómo sonaba la ciudad en un día de Corpus, por ejemplo. Eso se logra con este instrumento, cronómetros, ilusión y paciencia.

Campanas rotas, imperfectas, con un badajo que no las toca y con mil problemas adicionales, tienen la propiedad de sonar como sí mismas, con una personalidad casi señorial. Con este material en América, Europa o Asia, Llorenç Barber trabaja y se acerca a esta suerte de vaso de bronce con la inocencia de quien quiere cuidarlo, arreglarlo, inspeccionarlo y hablar de él. Cuando el examen está completo, escucha cuál es la relación con las demás campanas.

Así fue el proceso que llevó adelante para programar un concierto desde el campanario de la Iglesia de San Francisco, en el centro de Bogotá. “Cuando entré a esta iglesia me encontré con la palabra ‘chapetón’, que nunca había oído, y por eso le puse ese nombre (Concierto chapetón para la Iglesia San Francisco) a la intervención que quería hacer en Colombia. Esa expresión es algo que nos une. Las palabras pueden adquirir una resignificación y eso me gusta”, dice el español.

Lo más atractivo de este espectáculo es que el público no está pegado a la campana, está en la calle, y desde allí escucha el resultado de la onda que se genera después de un golpe. En un concierto de esta categoría, la música no es sólo la percusión sino toda su consecuencia. Aquí no hay que separarse de los demás, ni hacer silencio sepulcral, aquí se puede compartir todo.

“Ese sonido tan especial no lo podemos perder, ni olvidar, ni mucho menos dejar en poder de los fundamentalistas de la religión, porque esto va más allá. Es un patrimonio sonoro que sirve de ícono histórico para la humanidad. Es un montón de memoria condensada en unas ondas”, concluye el campanero Llorenç Barber. Él sabe que trabaja con un elemento que está entre la tierra y el cielo.

PIEDRAHITA B., Juan Carlos

(05-11-2010)

  • Iglesia de San Francisco - BOGOTÁ: Campanas, campaneros y toques
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