Las campanas de las iglesias de los pueblos molestan a ciertos veraneantes. Denuncian el ruido y los jueces les dan la razón, obligando a que los campanarios enmudecen. También dictaminan en contra del cacareo de los pollos, del sonido de los cencerros del ganado, del olor de las vacas... Cualquier día, si alguien se queja de que el aire de la montaña lo despeina, obligarán a los agricultores a poner biombos. Y si las olas hacen ruido y molestan a los que han alquilado un apartamento en primera línea de mar, exigirán construir espigones para evitar el rumor. ¿Es que el progreso nos está volviendo locos a todos?
© El Periódico (2011) © Campaners de la Catedral de València (2024) campaners@hotmail.com Actualización: 20-04-2024 |