Enrique Fernández de Garaialde y Lazcano Zelaia, Tomás Gamboa Gamboa, Ángel Alegría García, Antonio Senar Senar, Juan Ramón Galarza Urkiza, Isidoro Ursúa Irigoyen y Javier Junguitu Marín - Autor: GUTIÉRREZ, Natxo
Seis campaneros de la Barranca y Burunda exhibieron ayer sus dotes con una sucesión de repiques en la parroquia de San Miguel de Iturmendi. Posaron sus manos sobre dos campanas de los siglos XVI y XVII restauradas en Alemania y Valencia
COMPARTEN un código que en épocas pretéritas, cuando los móviles sonaban a inventos imposibles, fue fuente de comunicación en sus localidades de residencia. Dueños de una tradición sonora, seis campaneros de la Barranca y Burunda coincidieron ayer en la parroquia de San Miguel de Iturmendi en un acto simbólico con el que propinar un impulso a un medio de comunicación en retroceso.
Cobijados del frío, al abrigo de dos campanas de los siglos XVI y XVII, los seis especialistas dieron muestras de su pericia con una concatenación de repiques, correspondida a pie deparroquia con aplausos por un grupo de congregados. Al término de una conferencia sobre las campanas, impartida por el sacerdote y uno de los responsables del archivo diocesano Isidoro Ursúa Irigoyen, el grupo dedicó una demostración inédita en las últimas dos décadas, según recordaban en Iturmendi.
El cónclave de campaneros reunió en lo alto de la parroquia de San Miguel a Enrike Fernández de Garaialde y Lazcano Zelaia (Alsasua), Tomás Gamboa Gamboa (Arruazu), Antonio Senar Senar (Lizarraga), Ángel Alegría García (Lakuntza) y los vecinos de Iturmendi Juan Ramón Galarza Urkiza y Javier Junguitu Marín. A ellos corresponde portar el legado de generaciones de especialistas en repiques que abundaron en la Barranca y Burunda. Como recordaba ayer el alcalde de Iturmendi, Nicolás Arbizu Gabirondo, "solía haber concursos en Arruazu y Yabar". Del último, han transcurrido "unos veinte años".
En un intento de no dejar en el olvido una costumbre añeja, traspasada de generación en generación en localidades de la comarca, la cita de ayer fue presentada como un estímulo para conseguir aprendices que muestren un interés por perpetuar una herencia de sus antepasados. A sus 50 años de edad, Javier Junguitu Marín se ejercita en el repique de las campanas de Iturmendi "en fechas señaladas desde hace 23 o 24 años". Adquirió el hábito de subirse al campanario del ejemplo dado por José Ramón Galarza, con el que alterna en el bandeo de las moles metálicas "todos los domingos de Pascua y días concretos del año".
Junguitu y Galarza oficiaron ayer de anfitriones de homólogos de poblaciones vecinas. Con orgullo pudieron mostrar el estado actual de las dos campanas restauradas en Valencia y Alemania por iniciativa popular con la recaudación de los poco más de 27.000 euros del presupuesto. Merced a su empeño, la campana Mayor, fundida en bronce en 1687 y con un peso de 920 kilogramos y algo más de un metro de altura, puede propagar sus ecos inconfundibles. Otro tanto sucede con la mole, de sobrenombre San Miguel, fundida en 1589 y de 745 kilogramos. Una grieta de 700 milímetros llegó a deteriorar su estado.
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