SÁNCHEZ REAL, José - El reloj medieval de la ciudad

El reloj medieval de la ciudad

Pese a que estamos casi tocando con las manos el tercer milenio y nos estamos haciendo a la idea de que la Ciencia y la Técnica sabrán ofrecer a la Humanidad un paraíso sucedáneo del Paraíso Perdido, el hecho es que los científicos no las tienen todas consigo en muchas cuestiones y entre ellas las referentes a lo que llamamos tiempo, que no es el meteorológico.

En los congresos que de vez en cuando se celebran y que ponen al descubierto más lo que se ignora que lo que se conoce, físicos y filósofos no se ponen de acuerdo sobre si el tiempo transcurre y su sentido, y no digamos nada si entra en juego la eternidad, con o sin mayÚsculas.

Sin embargo el hecho es que el hombre habla del tiempo como algo casi tangible y lo mide y tiene definida incluso una unidad que es una, junto con otras cinco, de las fundamentales en Física: el segundo. Muy pocos llevan consigo un fotómetro o un amperímetro, pero un reloj lo lleva cualquiera.

Y es que el tiempo casi lo tocamos y hablamos de que se nos va de las manos, y que se pierde, y que se gana, como si fuera dinero, y quizás de ahí la frase de que el tiempo es oro. Algo valioso.

Viejos relojes

Todo esto viene a cuento porque en estos días reparto mi tiempo en pasear por el siglo XV de la mano de documentos y me he encontrado con uno de 1408, que habla del reloj de la ciudad, mejor dicho de la campana de las horas antecesora de la actual Capona. Y me ha venido a la memoria que no hace mucho hubo que reparar el reloj de la Catedral y enmudeció la Capona, y se planteó la cuestión de si el municipio debía o no contribuir a sufragar el coste del arreglo.

La Capona estudiada por Serra Vilaró en el «Boletín Arqueológico» [XLIX, IV, 25 (1949) 3-14] se fundió para señalar con sus toques a todos los tarraconenses el paso de las horas y se pagó a medias entre el municipio y el Cabildo, por eso en su superficie aparece en relieve el escudo de la Ciudad y el de la Iglesia, y en los pilares de piedra que forman un templete en el que está la campana protegida, también figuran los escudos de las dos corporaciones.

Bien comÚn

Esta cooperación se puede decir que es tradicional. En la vida de un grupo humano debe haber una coordinación y entendimiento para los actos en los que deben intervenir una buena parte de sus componentes: cuando empezar la jornada laboral, cuando deben reunirse en asamblea, cuando deben abrirse y cerrarse las puertas del recinto amurallado que protege a la población, etc. El reloj impone, es una necesidad de la comunidad y no de un estamento determinado.

La campana de las horas

El reloj que en el siglo XIV estaba en la Catedral, no se que mecanismo pudo tener ya que no quedan noticias, y si el sistema era a base de la clepsidra (agua) o de la ampolleta (arena), al cuidado de una persona encargada de avisar a todos, utilizando para ello el sonido de una campana, la de las horas, que debía tener: un sonido distinto del de las demás campanas, para poder ser bien diferenciadas, grande para que emitiera un sonido intenso y estar colocada en una lugar prominente para que su toque se difundiera por la ciudad sin obstáculo alguno y los ciudadanos pudieran oírlo sin problemas.

Es curioso que en los primeros documentos no se suele diferenciar entre el mecanismo, el reloj y la campana que daba las horas, y así se habla de "lo seny o al orotge", aunque más adelante ya se especificaron.

En 1400 se trató en el Consejo Municipal la invitación del Vicario General de que "...la ciutat en comÚ vulla fer algun adjutori o subsidi rahonable en un seny per fer relotge en la Seu, que's toch manualmente..." El Cabildo pondría cien florines y la ciudad podría aportar otros tantos.

Pobreza municipal

La ciudad no tenía dinero y se abandonó la idea hasta que poco después se intentó de nuevo hacer una campana especial para el reloj, pero como la economía del municipio no había mejorado, se decidió en principio, mientras llegaban tiempos mejores, contribuir con diez libras anuales para pagar a la persona que se encargara de hacer sonar la campana, para lo cual se ajustó el presupuesto municipal y se rebajó el sueldo del maestro de la escuela pÚblica, pasándolo de quince libras a diez, y las otras cinco que faltaban se rebañaron de otras partidas, y eso siempre que el Cabildo hiciera otro tanto y destinara una de las campanas de la catedral al toque exclusivo de las horas.

Esta solución se consideró provisional y en 1408 por iniciativa del Paborde se hizo una campana tomando como base el acuerdo de 1400 de pagar los gastos a medias.

Parte del metal necesario se compró en Barcelona (que se trajo por mar) y otra parte se le compró al Cabildo, lo que parece indicar que este vendió alguna campana rota, que guardaba, como chatarra. Costó toda la operación 244 libras en nÚmeros redondos de las que pagó la ciudad 122 libras.

En cuanto a la situación del reloj no parece que estuviera en el campanario, ya que cuando se le localiza se dice "que está al terrat de la Seu".

Los encargados de tocar las horas solían tener alguna otra actividad compatible con la obligación de señalar las horas. Pere Dartal, Antoni Arbocar (1408), Bernat Çafont, clérigo (1410), Pere Joncar, tejedor (1418), Joan Soria "garbeller" (1422-1425), Benet Galí, zapatero (1426-1436), etc.

Los "relojeros"

Parece que el cargo de relojero no debía ocuparlo un miembro del municipio ya que en 1437, al ser nombrado Benet Galí consejero, el Cabildo lo cesó de relojero, lo que dio lugar a una protesta de la Ciudad por la decisión tomada y como represalia dejó de contribuir por mitad a los gastos del mantenimiento del reloj, amenazando con no pagar, en adelante "ni una malla".

Posiblemente estas irregularidades llevarían a montar un reloj que tocara las horas mecánicamente, y en 1487 se pensó en hacer una nueva campana para él y llevó a que en 1509 se hiciera la Capona, que como indiqué, estudió Serra Vilaró y publicó su estudio en el "Boletín Arqueológico".

Dimarts, 9 d'abril de 1996
Extracto de la Publicación Obra Menor V
(Articles històrics publicats a la Premsa de Tarragona)
por José SÁNCHEZ REAL
Páginas 215 a 217
Diputació de Tarragona
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