FERRER, Alberto - Campanadas vía satélite

Campanadas vía satélite

Medio centenar de personas conocen los entresijos de la torre de la catedral en el marco de las Jornades de Cultura Popular

Para saber la hora en Vila no hay que fiarse de las manecillas del reloj de la catedral, visible desde la mayor parte de la ciudad, pero cuya maquinaria, afectada de los achaques de la edad, se descuajeringa ocasionalmente y marca el tiempo que quiere. Es más seguro estar atento a las campanas del templo, controladas por un infalible ordenador que recibe la señal horaria por satélite.

Torres Peters explica los entresijos de las cinco campanas de la catedral. - Autor: PIERA, Juan A.
Torres Peters explica los entresijos de las cinco campanas de la catedral. - Autor: PIERA, Juan A.

Las campanas se reparten el trabajo, no suenan todas. La más grande, Major o de Sanctus, de 1680 (la más grande de Ibiza con 102 centímetros de boca y unos 700 kilos de peso), es la que marca las horas mientras que la Xica, de 1557, anuncia los cuartos –también se llama dels Quarts–. La mediana Sant Sagrat es la más antigua (de las cinco grandes) ya que data de 1565, suena para dar buenas noticias y Francesc Torres Peters, responsable del Patrimonio Diocesano, está seguro de que su repicar anunció a los ibicencos la victoria frente a los turcos en Lepanto. Según cómo suene Santa Bárbara, por contra, es que ha sucedido algo malo, como la muerte de muchos papas y reyes por los que resonó en el pasado. La Santa Creu completa el quinteto de campanas del templo.

Torres Peters ofreció ayer una visita guiada al campanario de la catedral, que atesora uno de los conjuntos más antiguos de campanas del Estado, a un grupo de medio centenar de personas en el marco de las Jornades de Cultura Popular. Y eso sin contar las massoles, una especie de gigantesca carraca redonda accionada mediante una cuerda, que antiguamente sonaba solamente en Semana Santa, cuando estaban vetadas las campanas. Torres Peters hizo una demostración sobre el funcionamiento de este extraño instrumento, que suena como una especie de trableteo de madera, aunque la suciedad que acumulan las massoles le impidió darle la velocidad que lo hace más audible.

Tañidos informativos

Las campanas informaban de los oficios religiosos, muertes y otros sucesos, no siempre malos. Alertaban de la inminencia de un peligro, como el avistamiento de piratas. Por eso el campanario se situó en el punto más alto de Dalt Vila y tenían acceso a él también las autoridades civiles. De hecho, hay una puerta independiente para acceder desde la calle hasta las campanas y aún hoy «el Ayuntamiento tiene llave», explicó Torres.

Pero la torre no siempre tuvo el aspecto actual. En la última reforma se remató con un pináculo que derribó un rayo. Unos años después se optó por una bola de granito, pero de nuevo cayó durante una tormenta. Hartos, los isleños dejaron esa bola junto a la entrada principal, lo que se acabó creyendo, erróneamente según Peters, que anunciaba la posibilidad de acogerse a sagrado (una especie de derecho de asilo que en la Corona de Aragón permitía no ser perseguido dentro de los templos) que no tenía, por ejemplo, la iglesia de Santo Domingo.

Normalmente los acogidos, y los campaneros, se instalaban en una pequeña estancia que hay en el primer nivel de la torre. De aquello han quedado infinidad de grafitis tallados en sus muros, prácticamente hasta el techo. Ahora allí se guardan instrumentos musicales y tiene salida a una especie de terraza sobre el ábside de la catedral, un impresionante balcón sobre la ciudad: «Ideal para ver los fuegos artificiales de las Festes de la Terra», comentó una visitante. «El obispo viene cada año», añadió Torres.

De ese primer nivel salieron, en tres grupos para no sobrecargar la estructura del campanario, las expediciones hasta lo alto de la torre, en un tercer nivel. Unos troncos de sabina, alguno de la época en que se construyó la torre, soportan la estructura a la que están sujetas las campanas. Hoy ha desaparecido la tarima que permitía a los campaneros voltear las campanas a mano, aunque de eso se ocupa ahora un ordenador, al que se le puede programar cualquier repique y da la hora, que recibe vía satélite.

Torres mostró al grupo los vestigios de una pequeña ventana gótica en el exterior de la catedral, que permitía al campanero ver qué sucedía durante el oficio y transmitirlo a la población mediante el tañido correspondiente. La ventana quedó cegada cuando la torre, inicialmente separada, se anexó al templo.

Antes de llegar a las campanas se pasa por la maquinaria del reloj, instalada en los años 60 del siglo pasado. Para poder iluminar la esfera –con varias bombillas de bajo consumo actualmente– se perforó el muro de la torre, en detrimento de su resistencia estructural: «Una barbaridad», según el religioso. Además, a menudo se estropea y hay que cambiarlo a mano al horario de invierno o verano.

También en el interior de la catedral hay campanas y son las más viejas de todas, ya que datan del siglo XIV, de cuando se levantó la iglesia. Son en total 12, que forman un rotlo junto a la sacristía. Se usaban durante los oficios religiosos con la misma finalidad que hoy se emplean las campanillas aunque a mucho más volumen, como mostró Peters (como si utilizara una metralleta en lugar del badajo). Originariamente el rotlo estaba a mayor altura y en el interior de una caja de resonancia, para mayor reverberación.

FERRER, Alberto

Diario de Ibiza (06-03-2011)

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