FERNÁNDEZ, F. - Ritos funerarios o las fiestas de la muerte

Ritos funerarios o las fiestas de la muerte

Tradiciones leonesas

La provincia celebraba numerosos ritos de muerte que han ido desapareciendo en los últimos años

Los leoneses que recuerdan los ritos y costumbres que vieron y vivieron hasta la mitad (o los años 70-80) del pasado siglo miran con escepticismo fiestas como la de halloween que estos días nos han colonizado. Incluso lo hacen mirando hacia los tanatorios pues tienen muy fresco el recuerdo de una de las tradiciones más arraigadas de nuestros pueblos, prácticamente desaparecida, la de los velatorios, la reunión de todo un pueblo en torno a la familia del fallecido y del propio fallecido.

Éramos, en definitiva, un pueblo cargado de ritos funerarios, de fiestas de la muerte: el velatorio, la extremaunción, el viático, las ofrendas, el amortajamiento, el mes de las ánimas... y hasta la costumbre de hacerle una fotografía ‘vestido de domingo’ a los niños que morían en brazos de su madre.

De ahí hemos saltado al lado contrario. Prácticamente sólo se mantiene la tradición de Todos los Santos, que se acaba de celebrar. Lo de saltar al otro lado son muchos los que casi lo entienden como un salto en el vacío, el ya conocido movimiento del péndulo. El profesor de Antropología Social y Cultural Adolfo García Martínez lo define de una manera muy gráfica cuando señala que “los ritos funerarios de hoy consisten en quitarse el muerto de encima”. Él ha centrado su investigación en el cercano territorio del Principado de Asturias, pero en este campo bien se puede decir que somos ‘primos hermanos’ más que en ningún otro.

Reflexiona García Martínez que “en los cementerios hay Cultura y mucho que leer. Antes, los muertos se enterraban en tierra (en la provincia de León hay pueblos en los que todavía se hace, como Genicera). El contacto entonces entre la vecindad era mucho mayor. Había que sacar unos restos para meter otros. Luego, llegaron los nichos hacía abajo, que ya era un signo de independencia, pero ahora, con los nichos en vertical, cada uno tiene su casita”. Y esta evolución desemboca en la actual situación, con nichos, con espera en el tanatorio, incineración... “Hoy los ritos funerarios se resumen en quitarse al muerto de encima, se paga por ello y cuanto menos ocupe, mejor. Queremos ocultar la muerte. Dicen algunos expertos, que existe una pornografía de la muerte similar a la que antes se daba con el sexo, es decir, un ocultamiento. De hecho, empezamos a ocultarla antes de que la muerte física llegue. Los jóvenes, no quieren vivir con los viejos, se les aparta en vida y las residencias geriátricas son la ‘antesala’ de los tanatorios. En las residencias hay una muerte social, porque la vejez ha perdido todo su valor, perdió la sabiduría, porque su conocimiento no está en funcionamiento”.

Ese ocultamiento que señala el profesor García Martínez tiene una escenificación en el silencio de las campanas. La muerte se anunciaba a los pueblos, había toques específicos para decir que había un muerto y otro diferente para el entierro.

En muchos pueblos de nuestra provincia había códigos particulares, lugares en los que el lenguaje de las campanas era aún más específico y se avisaba del muerto, del sexo del mismo (varón o mujer) e, incluso, del barrio en el que vivía el fallecido (con la simplificación habitual del barrio cimero y el bajero, según se refirieran a la parte alta o baja de la localidad). Así cuando en vez de dos campanadas en su toque a muerto daban tres ¿Qué significaba? Cuando los toques eran tres el fallecido era un varón, dos toques nos hablaban de la desaparición de una mujer.

Y, por supuesto, tenía su toque específico para el más triste de los sonidos, la muerte de un niño. Las campanadas que sonaban durante el entierro eran: un toque, silencio, dos toques, silencio, un toque... un estribillo que se repetía durante toda la celebración.

Los niños muertos (a los que se enterraba en una caja blanca) tenían su propio toque de campanas, que tiene que ver con esa condición de ángeles que se les otorga. El campanero trataba de reproducir un estribillo que va cantando: ‘‘Bien van, / van bien / bien van / pa la gloria van’’. Dicen los viejos campaneros que se trata, sin duda, de la parte más dura de su bello trabajo.

Fotos del niño muerto

Relacionada con los niños es, seguramente, otra de las tradiciones más difíciles de comprender hoy en día. Cuando la mortalidad infantil era mucho más frecuente no era extraño que la madre amortajara al fallecido con sus mejores vestidos y pidiera después un fotógrafo para inmortalizar al niño en sus brazos.

Puede resultar extraña esta costumbre, pero es significativa la respuesta que dio una madre a un conocido investigador. “¿Sabe usted otra manera de poderle dar un beso cada mañana a mi hijo?”.

Pero ya hemos hablado de la muerte, del entierro... obviando que muchos de los ritos son anteriores a este momento. Como la extremaunción o el Santo Viático, que se le administraba al enfermo cuando la muerte parecía inminente. Carmen Herrero recoge cómo se celebraba este rito en Antoñán del Valle, Quintanilla del Valle y Vega de Antoñán: “Cuando una persona estaba enferma de gravedad se le administraba el Santo Viático y acudían todos los vecinos y amigos en procesión siguiendo al sacerdote. Las mujeres llevaban una vela (‘cerilla filera’). Esta procesión se acompañaba con las oraciones en latín del cura y de los más cultos del lugar; el resto rezaba la plegaria que conociera.

Mientras tanto se había preparado la casa del moribundo: luz, una mesa con un paño blanco y un vaso con agua. Se cuidaba mucho la apariencia: tenían sábanas en la cama y el suelo estaba barrido, pues todos debían ponerse de rodillas. Se aprecian referencias al ‘status’ social de la familia; por ejemplo, la riqueza se plasma en objetos tan cotidianos como el tipo de orinal, la clase de suelo -cuarto tablao- e incluso la posesión de un reloj de campana o despertador (un lujo en aquello momentos). Tras aplicar la extremaunción, el sacerdote, en nombre del enfermo, pedía perdón a los presentes por las ofensas realizadas”.

Una estampa fúnebre era la del cortejo que acompañaba al sacerdote, sobre todo si era noche de invierno, con un monaguillo tocando la campanilla para avisar a los vecinos de la cercanía de la muerte de uno de los vecinos del lugar.

Pero había muchos ritos más, muchas más fiestas de la muerte.

FERNÁNDEZ, F.

La Crónica de León (03-11-2010)

  • LEÓN: Campanas, campaneros y toques
  • Toques manuales de campanas: Bibliografía

     

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