LOMBARDERO, Xabier - Mondoñedo se convierte en un torrente de sonidos

Mondoñedo se convierte en un torrente de sonidos

Concierto
La villa lucense acogió ayer un concierto en el que hubo repique de campanas, ladridos y trote de caballos

El autor aguarda junto a uno de los campanarios de Mondoñedo - Fot P. LOSADA
El autor aguarda junto a uno de los campanarios de Mondoñedo - Fot P. LOSADA

No faltó nadie. Ni el arco iris. El estreno de Nocturno para aullidos y pezuñas, del compositor valenciano Llorenç Barber, inundó ayer Mondoñedo con el sonido de las campanas mezclado con los acordes marcados por los ladridos de los perros y el trote de los caballos. Fue un torrente de sonidos en el que tampoco faltó la intervención de varios instrumentos elaborados con tuberías. Cada elemento reproducía la función de una gran orquesta. Todo estaba perfectamente cronometrado tras horas de pruebas y ensayos. «En caso de que alguien se equivoque no pasa nada, que continúe porque no voy a enterarme», comentó el autor del concierto desde el campanario de la catedral.

Fue justo frente a ella, cerca de la casa donde nació el músico Pascual Veiga, autor de Alborada Gallega y que falleció un julio de hace 103 años, donde Llorenç explicó las claves del nocturno: «Esto es darle la vuelta al calcetín porque la que habla es toda la ciudad, solo he tratado de implicar a toda su población, combinarla con su memoria, su orografía». Aunque, a su juicio, lo fácil es escribir una partitura, lo que le gusta verdaderamente es, cronómetro en mano, organizar la música en la calle con múltiples focos tocando, sacando de los frontones, calles y balcones distintas sinfonías.

Cada miembro de esa peculiar orquesta tenía las instrucciones precisas para, cronómetro en mano, hacer sonar cada objeto en el instante preciso. Fueron 46 minutos, con un repique sostenido durante un minuto. La campana fue la protagonista. Pero el concierto contó hasta con la intervención de un helicóptero que llegó desde Lugo y echó flores desde el aire encima de la villa lucense. Lo acompañó un ultraligero. Fue cuando el arcoiris coronó el horizonte. Mondoñedo fue la metáfora de un gran foso en el que los intérpretes estaban repartidos en treinta puntos sonoros. Algunos puntos sonoros estaban tan alejados del centro como está el convento de Os Picos, un monumento que, pese a estar ahora totalmente abandonado, conserva las campanas en buen uso. Pero no fueron las únicas en repicar y repicar. Con ellas estaban las de la catedral o las de la iglesia de O Carme, que está a unos tres kilómetros.

El hecho de ofrecer el concierto al aire libre lo tiñó con un toque especial, que en nada se parece al efecto que hubiera provocado en un recinto cerrado. «Esto se posa sobre la orografía, la orquesta siempre tiene algo que decirte. Es distinto de lo que ocurre en los auditorios cerrados, útiles para un repertorio, pero inútiles para quien busca algo nuevo», explicó el autor de la obra presentada ayer en Mondoñedo.

La fiesta envolvió la villa. Unas mil personas se concentraron para ver el recital. Hasta había un jabalí. Fue algo grande, al menos ruidoso, vistoso, sonoro.


LOMBARDERO, Xabier

La Voz de Galicia (22-07-2009)
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