La historia se repite. «No puede ser, otra vez, otra vez...», no para de repetir Miguel Monterrey Vázquez, agricultor de Arroyo de San Serván y presidente de la Hermandad de la Virgen de Perales, uno de los símbolos del pueblo. La ermita, su ermita, vuelve a quedarse huérfana. La blancura inmaculada de su fachada, de pequeñas dimensiones y con unas vistas privilegiadas hacia los regadíos del Guadiana, se ha teñido de oscuro. Le han robado una de sus tres campanas, las que compraron hace diez años. Hace treinta años pasó lo mismo... Bueno, salvo que lo que robaron fue sólo una, la única que tenía entonces su campanario.
El martes, un arroyano que venía por la autovía desde Badajoz desvió su atención del volante hacia la ermita de su patrona. Pero observó algo raro. Algo le faltaba a una edificación propiedad de la Hermandad de Perales, constituida en 1872 y que cuenta con 785 hermanos asociados. Faltaba una campana. La denuncia en la Guardia Civil llegó inmediatamente.
«Esto ha tenido que ser cosa de varios, porque uno sólo no es capaz de robarla y llevársela», apostilla Monterrey. Es más que posible. La campana robada pesa 40 kilos y mide 39 centímetros de diámetro. Es la mediana del grupo de tres que corona la ermita. La mayor pesa 45 kilos y mide 42 centímetros; la pequeña, 35 kilos y otros 35 centímetros de anchura.
Todas se realizaron en la cuna de la fundición de este tipo de objetos en Extremadura: Montehermoso. Dos las pagó la hermandad y una Pedro Segura. En Campanas Rivera se hicieron las tres, de estilo gótico, todas de bronce, con un 80 por ciento de cobre y el 20 por ciento restante de estaño. Es decir, campanas que valen lo suyo.
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