El frío y la lluvia fueron los grandes protagonistas de la vigésimo segunda ascensión de Ángel Rufino de Haro, 'El Mariquelo', a lo más alto de la Torre de Campanas de la Catedral Nueva de Salamanca. Como cada 31 de octubre, y a pesar de las dificultades climatológicas, el popular folclorista se encaramó a la veleta cumpliendo a su estilo una tradición que hunde sus raíces en el terremoto de Lisboa acaecido en el año 1755.
Como es habitual, 'El Mariquelo' congregó a numerosos seguidores en la Plaza Mayor, desde donde partió hasta la Plaza de Anaya, acompañado por bailes y sones charros. Pocos minutos antes de las once y media de la mañana, iniciaba su ascenso, primero por las escaleras de caracol del interior de la Torre Mocha, posteriormente por los distintos cuerpos de campanas, y finalmente por el exterior de la torre escalando sobre la cúpula y encaramándose a la bola y la veleta, a casi 100 metros de altura.
Una vez en lo más alto, Ángel Rufino ofreció su peculiar acción de gracias con una charrada compuesta para esta ocasión, y pronunció varias oraciones, acordándose también de «las víctimas de la crisis, que lo están pasando muy mal viendo como estos días se van perdiendo empleos y poniendo en peligro posesiones y proyectos».
Como es habitual, 'El Mariquelo' también invitó a todos los espectadores a «pedir por aquellos que lo pasan mal en todo el mundo, sobre todo por las guerras y el hambre» y solicitó un esfuerzo para «hacer entre todos un mundo mejor sin fanatismos, sin guerra y sin actos terroristas».
Cumplida la tradición, Rufino de Haro inició el descenso desde la torre, momento en el que fue aclamado por las decenas de personas que se congregaron en los entornos de la Catedral a pesar del frío y la lluvia.
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