El Telégrafo - Suena el carillón

Suena el carillón

Manuel Terán nos transporta al siglo XVI



El viento transporta el sonido del bronce de las 47 campanas de un extraño instrumento musical procedente del Flandes español, que mandara traer el rey Felipe II, heredero del imperio español, allá por el siglo XVI para ser colocado en la torre del colegio.
Un bronce refundido de las campanas originales que lo conformaban, sufrieron dos incendios que asolaron dicha torre en los años 1671 y 1826.

Dispuestas en cuatro octavas para conservar la afinación mesotónica original, diferente a la temperada utilizada en los instrumentos habituales, hace que las notas que se desprenden de su teclado suenen como desafinadas. Pero, por el contrario, a todo el mundo terminan gustando al ser transportadas al capricho de la dirección del viento.

Y decimos que es un instrumento extraño, como también tenemos que decir que es único en España por ser el único histórico (los demás son modernos). Pero extraño por la original forma en que se toca. Las campanas están sujetas a un armazón de hierro y los badajos, que son el ébano y marfil de un piano, cuyas teclas se tocan con los puños y los pies, mientras un sistema de cables de alambre lanza, como de forma milimetrada, el pulso que a cada nota tiene que dar. La fuerza del repicar de cada una de las campanas.

Son las campanas de la música del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, que convierten a todas las callejas y rincones de este Real Sitio en un auditorio al aire libre.

Suenan las campanas pero, ¿quien las hace sonar?

Si raro es el instrumento, más raro es el instrumentista. En este caso no como ser humano, sino porque es este un instrumento tan especial y único, hay tan pocos en todo el mundo, que quien lo toca también se convierte en algo único. Nos referimos al carillonista, en este caso, de Patrimonio Nacional.

Fue el tintinear de estas campanas allá por el año 1988 lo que condujo a un profesor curioso del conservatorio a dirigirse al pie de la Torre del Colegio. ¿Qué es esto que suena?, se dijo y allí se plantó. ¿Quien le iba a decir a él que la curiosidad mató al gato y que poco tiempo después de ser pianista pasaría a ser carillonista? Al llegar hasta el lugar en que se encuentra el teclado del carillón, los carillonistas que vinieron de Holanda para ofrecer el primer concierto del recién restaurado carillón le mostraron la singularidad del mecanismo con el que se crea la música de este instrumento. Le dijeron que, por el número limitado de carillones en todo el mundo apenas había músicos especializados en él y, mucho menos españoles.

Le acababan de lanzar una sugerente invitación: viajar a tierras holandesas de donde es originario el carillón y aprender a tocar este magnífico instrumento. Pero al carillonista aún le esperaban muchas sorpresas. Tras años de formación y ya de vuelta al Real Sitio, Patrimonio Nacional, en su política de abrir a la humanidad el máximo de las riquezas que entraña el patrimonio español, quiso este verano ampliar el número de conciertos de carillón, cuyas campanas habían sonado hasta la fecha en momentos especiales y concretos.

Es verano, San Lorenzo de El Escorial se convierte en un hervidero de vecinos, visitantes, turistas, veraneantes… Pero más aún los jueves, en que se celebra en el parque de Terreros el mercadillo semanal. La hora bruja, del mediodía. Comienza el carillón a sonar.

Y los vecinos se preguntan ¿quién pondrá en marcha el sistema de poleas que ponen en movimiento y mide la fuerza de las campanas? Y la historia podría volver a empezar.

En este caso, nos cuentan las campanas, es Manuel Terán quien nos hace sonar.

Manuel, auque carillonista, nada tiene que ver con la rareza del instrumento que toca. Aunque bien te hacer pensar que podría enloquecer cuando se le ve activar los mecanismos del instrumento: sus oídos y su cabeza están a apenas unos metros bajo la primera de las ocho filas de campanas del carillón. La fuerza con que suenan hace que el eco de cada golpe se funda, pisando unos sonidos a los otros, eclipsándose, restándose protagonismo las unas a las otras. Conforme te alejas y sales al Patio de Reyes el sonido se aclara y, aunque parezca desordenado y sin sentido, se armoniza con el entorno y también con el alma. El real Sitio se llena de alegría y espiritualidad.

El Telégrafo (05-10-2007)
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  • Carillones: Bibliografía

     

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