TRALLERO, Manuel - La Cerdanya sin campanas ni vacas

La Cerdanya sin campanas ni vacas

Vamos hacia la segunda residencia, la Cerdanya inodora, incolora e insípida, hacia el parque temático, hacia la Cerdanya de cartón-piedra, un Pueblo Español ficticio, una mentira, un simple decorado, una Cerdanya virtual, un Cerdanya-Barcelona, en dónde se van apagando uno tras otros los soplos de vida, y en donde solo van a quedar unos cuantos nativos dispuestos a inclinarse delante de los colonizadores barceloneses, a realizar la oportuna genuflexión a una pandilla de pijos de platea, a ponerles, en invierno la nieve de los cañones debajo de las tablas de sus esquís y los campos de golf allá donde hagan falta y en medio grúas y más grúas haciendo casas.

La última, but not the last, la trae prendida a vuela pluma el periódico "Regió 7" en su edición del pasado domingo. El titular es espeluznante:
"Els tocs de les campanes de la Cerdanya enmudeixen per no molestar els estiuejants". "Los veraneantes" es un concepto del paleolítico inferior, no es ni siquiera una clase social es una casta. En los pueblos de mi infancia se organizaban partidos de fútbol entre los miembros de la colonia de veraneantes y los nativos del pueblo. Era una atracción de la fiesta mayor, una de tantas. Solo había un club social, para "los veraneantes" en que no podía entrar los del pueblo, como los negros no podían subir en la parte delantera de los autobuses, en el sur de los EE.UU, reservados para los blancos.

Ahora continúa habiendo "veraneantes" que gozan de prebendas, de privilegios ancestrales, uno de los cuales es hacer callar las campanas de las iglesias. Un privilegio que hasta ahora sólo ostentaba la señora Pilar Manjón cada 11-M. La empresa Rifer S.L. encargada de la instalación y la conservación de las campanas de buena parte de la comarca ha reconocido que si, que efectivamente las campanas no suenan durante la noche, ni dan los cuartos ni dan las horas…porque lo habían solicitado (¿exigido?) los veraneantes. En algunos lugares la desconexión se produce a las nueve en punto, en otros en cambio se alarga hasta las doce de la noche. Pasados los meses de verano las campanas vuelven a funcionar las 24 horas al día sin que ello, por lo visto, cause la menor molestia a los habitantes de estos pueblos.

Pero no es esta la única modificación que exigen los invasores. A los procedentes de la ciudad les molestan las vacas. En ocasiones son los habitantes de los campings, que no suelen ser otra cosa que una forma de barraquismo encubierto, quienes se quejan del sonido que los badajos producen en las esquilas que prenden del cuello de los animales. Es el tipo de persona que habla de "caballos" cuando en realidad casi toda la cabaña excepto algunas machos sementales está compuesta por yeguas que lucen una evidente estado de preñez. Los campistas no pueden dormir y a los habitantes de las urbanizaciones se han quejado de que las vacas desprenden un olor que no es de su gusto. Así que las vacas se han tenido que alejar de los "veraneantes" para no molestar. Esta forma de colonialismo –que es de lo que se trata- va a convertir a la Cerdanya en un erial, un secano sin una sola mancha de verde. Pero lo peor es se va a perder un tipo de vida por aquello tan catalán de que "quien paga manda". Y esos sí que no, mamá.
TRALLERO, Manuel
La Vanguardia - Blogs (27-07-2007)
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