SALA, Daniel - La campana ‘Miguel’ del Micalet de la Seu

La campana ‘Miguel’ del Micalet de la Seu

En realidad, las intenciones del Consell de la Ciutat de construir una gran campana de las horas, un seny, se remonta a 1413, ya que, hasta entonces, la ciudad se servía de un reloj colocado en la última pieza de la sala del Consell de la Casa de la Ciudad en la esquina que, junto al Palacio de la Generalitat, enfrontaba con la, todavía hoy, calle del Reloj Viejo de nuestra ciudad. La poca altura de la campana de las horas del reloj, la hacía inaudible desde lejos, razón por la que, observando la considerable altura que tendría la torre mayor de la Catedral, que entonces se estaba construyendo, se deliberó ubicar allí un nuevo reloj y campana. Sin embargo, al no estar la fábrica de la torre en proporción para llevar a cabo la fundición de la campana e instalarla en ella, se demoró hasta 1418, cuando se firmó la citada Concordia entre las partes implicadas.

Corrió a cargo de la Fàbrica de Murs e Valls, organismo paramunicipal que tantas y tan variadas competencias tuvo en la vida de la Ciudad en época foral, la financiación de la empresa disponiendo que, si no hubiera suficientes fondos, se cargaran censales para ello, además de contribuir con mil florines que se librarían al obrero y administrador de los fondos de la Seo para que se invirtieran en la obra del campanario.

La campana ‘Miguel’ del Micalet de la Seu ha tenido a lo largo de la historia varias refundiciones. La primera campana fue vaciada en la plaza de la Almoina por los campaneros Guillem Martí, su hijo Nicolás, Juan Logales y Juan de la Gala, con un peso de 300 quintales; bendecida por el obispo auxiliar el día de San Miguel, fueron sus padrinos el hijo mayor del Duque de Gandía y la reina doña Margarita, viuda del rey don Martín.

Como se hiciera antes la campana que el reloj, dos hombres pagados por la Ciudad, colocados en la torre, tocaban las horas a mano día y noche y, de acuerdo con la Concordia, el Obispo y Cabildo cederían un solar para levantar, con cargo a la Fàbrica de Murs e Valls, una casa donde habitarían los encargados del reloj; éste, obra del alemán Robert de Melines, ‘‘mestre de fer rellonges’’, inspirado en los rudimentarios relojes bajomedievales del alemán Henry de Vick, fue instalado en febrero de 1426; pero, era tan imperfecto que en 1446 los Justicia y Jurados de la Ciudad determinaron hacer otro de los que entonces se llamaba ‘‘de nueva invención’’, cuya máquina hacía sonar los horas y que costó 3.000 florines.

Así pues, los dos hombres que hasta entonces se encargaron de tocar las horas manualmente, fueron sustituidos por un experto relojero que moraría en la casa situada en la llamada Subida del Toledano en la que un pasadizo que comunicaba la vivienda con el campanario permitía atender durante las veinticuatro horas la maquinaria del reloj de la Catedral.

1458, primera campana

Rota la primera campana en 1458, se emprendió nueva fundición de la misma, en 1465, por Luis Trilles; pero, habiendo salido sin asas en una primera fundición, hubo de repetirse, siendo su peso de 250 quintales. Bendecida por el obispo auxiliar, don Miguel Cascant, fueron tres sus padrinos: el conde de Oliva, don Francisco Gilabert de Centelles, el lugarteniente del Gobernador, mosén Cabanilles, y el jurat en cap, Raimundo de Vich; la madrina fue Francisca Teresa, hija del racional Guillem Çaera. Nuevamente rota en 1481, se volvió a fundir en la plaza de la Seo, siendo de nuevo bendecida por el obispo auxiliar tras solemne procesión, siendo sus padrinos el caballero Luis Masco, el ciudadano Berenguer Martí de Torres, los obreros de Murs e Valls, el racional Pedro Peregrí y el Conde de Oliva; la madrina fue la Marquesa de Corro.

No quedó libre de otros percances la campana Miguel, como relata el Dietari del notario Soria: “Dimecres a 19. de Febrer 1519. feri un llam al Micalet del Campanar de la seu de Valencia, his cremá tot lo chapitell de fusta que estava damunt dita Campana, que durá lo cremar mes de una hora de rellonge, que pareixia que tota Valencia es cremava: es veia lo foch dos legues luny de Valencia”; se quemó todo el maderamen y cayó la campana haciéndose pedazos, encargándose de nuevo su fundición al campanero Melchor Trilles y, para implorar el auxilio divino, se bendijo el metal en presencia del cabildo catedralicio que fue allí en procesión. Bautizada con el nombre de Miguel Vicente por el obispo auxiliar, Fr. Ausias Carbonell, el 28 de octubre de 1621, fueron padrinos los obispos de Tarazona, Segorbe y Mallorca, actuando como madrina doña Leonor de Borja, esposa de don Jerónimo Cabanilles. El Libre de Antiquitats de la Catedral de Valencia se hace eco de la bendición, fundición y subida de la campana a lo alto de la torre con un curioso artilugio diseñado para ello.

Mas, no acaban aquí los percances. El 4 de octubre de 1532, “fen alegries per una victoria que tengue Lemperador contra lo turch, en lo Ducat de Austria en una Ciutat que ha nom Viena” volvió a romperse la campana y, refundida por el campanero valenciano Luis Trilles, volvió a subirse a la torre en julio de 1539.

También esta última campana de las horas ha sufrido sus desgracias, si bien, no ha sido necesaria una nueva refundición. El 4 de octubre de 1623 le faltaron las asas y cayó algo torcida encallando entre los pilares que la sustentaban; agujereada por la parte superior y atravesando un hierro fue subida de nuevo hasta su lugar sin perder con este remiendo nada de la sonora voz que antes tenía. También, el 3 de diciembre de 1657, festejando la ciudad el nacimiento de Felipe Próspero, hijo de Felipe IV, los fuegos artificiales disparados desde lo alto de la torre prendieron en los maderámenes y bajó la campana hasta las barras de hierro que, como prevención, se colocaron bajo ella para subvenir a estas eventualidades, siendo de nuevo vuelta a su lugar.

Reloj deteriorado

En cuanto al reloj, en 1684 se hizo necesario cambiar su deteriorado mecanismo. Posteriormente, en 1793 se proyectó instalar el reloj en un lugar más elevado y visible, reedificando el pasadizo que le unía a la casa del relojero. En 1812, durante el asedio a la Ciudad por las tropas del mariscal Suchet, una bomba destruyó parcialmente el reloj y el pasadizo del relojero por lo que, en febrero del mismo año, el Ayuntamiento decidió su reconstrucción, obra que dirigió el arquitecto municipal Cristóbal Sales. Esta es la ubicación que nuestra generación ha podido todavía ver adosada al cuerpo de la señera torre del Miguelete hasta que fue remodelada la calle en el último tercio del pasado siglo, cuando desaparecieron las casas adosadas a las capillas laterales de la Catedral Metropolitana.

SALA, Daniel
Las Provincias (09/02/2007)
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