BARBER, Llorenç - La ciudad y sus ecos

notas sobre arga, fugaz monumentum sonoro para la ciudad de pamplona

plantarle un monumento sonoro a una ciudad, aunque fugaz como el tiempo, no es tarea fácil ni inocua. sus lentos círculos de rugido creciente desvelan otros vértigos ocultos, más íntimos, pequeños, donde se desnuda la conmoción a la que oteiza, a todas luces feliz, hiciera referencia cuando, pasadas unas horas del evento, me espetara: impresionante, nos dejas con nuestras campanas interiores conmocionadas.
de campanas se trataba, en efecto, de esos griales que convierten en concierto la vastedad más ronca, el más infante y volátil tintinear. de campanas y de ecos, ¡oh milagro!, interiores ecos que su dondon aviva.
por fin, bramaba oteiza, una música-escultura. una música hecha de dimensiones, espacios, lejos y cercas, roturas, distancias y proximidades. como la escultura: pura música mensurable. y se quejaba de que no le hubieran dejado de pequeño ser músico, habiendo tenido que conformarse con ser escultor cuando todo es uno: espacio. yo también era feliz. por fin me tropezaba con alguien (no tan sordo como dice) que captaba de sopetón el palpitar de anchas costuras que es plantearse un concierto ciudadano, un concierto que prescinde del cómodo pedestal al que los músicos llamamos sala de conciertos y se lanza a vivir con el trepidante fragor que espuma la ciudad del hoy.
y se enfurecía oteiza al conocer que un eclesiástico no nos dejó sonar unas campanas céntricas, o que el ayuntamiento no se tomó con el debido respeto la cuestión del tráfico, tan imprescindible para un monumento cuyas texturas, calidades, pátinas y volúmenes dependen del espacio que les rodea. monumento construido con materia deleznable: rugosidades y huecos cincelados a muscular golpe de badajo, cuyos contornos y suturas sólo son perceptibles en un medio limpio de perturbaciones indeseadas. música de simple corporeidad, cuya relación física con el entorno es determinante hasta el punto de devenir simple espacio material impúdicamente expuesto a nuestra consideración, o mejor delectación. pero música que también, a causa de la fuente sonora que le da ser, nos llena, sin poder evitarlo, de concordia, pues las campanas nos recuerdan que toda música tiene por origen una profunda decepción (después de novalis lo dijo nuestro machado: se canta lo que se pierde). restañar tal decepción o ethos es la tarea fundamental de ese armónico buscar la inteligencia latente de los sonidos que es toda música.
pamplona fue, la mañana fría y lluviosa del pasado domingo de ramos, día en que conocí a oteiza, una fiesta de reconocimientos, desasosiegos, pasmos, silencios menguantes y retumbes crecientes. pero veamos cómo germinó en mí.

un laberinto de campanas

cuando el pasado invierno me llegué una mañana a conocer las campanas de iruña, me tropecé en la torre de san nicolás con una inscripción, sobre una campana de 1908, que reza: ésta es la voz del ángel que en alto suena / ave maría gratia plena.
subir a continuación a las torres de san cernín fue, por antinomia, como la bajada de orfeo a por su eurídice: un peligroso e iniciático acto de encuentro con el omphalos campanero de la vieja ciudad. ocho campanas, a diversas alturas, habitan sus dos torres. desde allí tuve la primera panorámica de la tortuosa y pluricéntrica pamplona.
después, el más antiguo y eficaz artilugio de los que conozco para tocar mecánicamente, apareció ante mis ojos cuando subí a san agustín. el hallazgo, digno de figurar en un museo de la ciencia, queda hipostasiado en la pared para admiración de venideros curiosos.
¡qué distinto en cambio, en concepto y sonoridad, el llamado carillón de la diputación foral! dos octavas (24 sonidos) de una eléctrica voz simuladora y un tecladito como de juguete para que el afortunado intérprete pueda ser escuchado por toda la ciudad sin padecer las inclemencias del tiempo ni los esfuerzos físicos de sus compañeros de evento. un campanario en plena acción de volteo o bandeo tiene mucho de fragua de vulcano, mientras que aquí, cómodamente sentado, se puede conversar con casi todas las campanas de esta arga que ya me comienza a bullir.
en la catedral nos recibe petra la campanera con la duda y la preocupación por si había muerto algún canónigo, pues, a pesar de su sordera, característica de su profesión, nos había oído sonar la torre norte, y ¿qué otra cosa podría ser si no para alguien para quien las campanas nunca suenan en vano o por capricho?
la verdad es que impresiona tocar la maría. habrá que colocar ocho buenos brazos para que su serio dondón cobije el más vasto paisaje posible: un profundo y brillante fa de largos retumbos se despereza hiriendo las paredes de una pesada mole de trece toneladas.
asomarse luego por entre los andamios al tejado de la casa consistorial tuvo su premio. no sólo nos esperaban las bien templadas tres campanas del reloj, sino que desde allí descubriríamos un tesoro inesperado: las otras tres que, discretas, siestean en san fermín de aldapa y las dos que coronan la capilla del museo de navarra. hicimos de inmediato las gestiones de rigor y pudimos disponer de san fermín, pero... la subida a las últimas está tapiada: ¡ocassio calvata!

una selva urbana

sobre el mapa, los siete puntos sonoros visitados dibujan un trapecio irregular en una curiosa forma de oreja, sentido primordial del hombre protohistórico. el centro se situa en el ángulo de la plaza del castillo, donde comienza la calle chapitela. pero hay todavía más campanas disponibles: completando el casco antiguo hacia el oeste, tres en la espadaña de los carmelitas y otras tantas en el convento de recoletas (aunque las últimas, dada su poca altura, hacen un tanto prescindible su empleo). un conjunto de campanas aceptablemente potente y equilibrado se nos suma en san lorenzo: amén de la del ábside, que servía antaño para alzar a dios o para coordinar el altar con el campanero, en su cómodo y extrañamente limpio campanario hay cinco más, de noble sonido y buenas dimensiones (¡lástima que el campanario no sea más esbelto: su son difícilmente llegará a la plaza del castillo! si bien, sabiamente añadido a otros de potencia media, puede crear un anillo-colchón sobre el que ciertos acordes-latigazo resaltarán con fuerza).
me anima en el dudoso ordenar el selvático espacio iruñense entonces otro encuentro inesperado: el tenido con la campana del reloj de la escuela de san francisco. será un buen puente para acercar ritmos desde san lorenzo o los carmelitas hasta san nicolás, o, para reforzando el ala oeste, atreverse a contestar adecuadamente a la catedral (siempre que eolo no sople mucho en contra).
y ahora sí, la orografía sonora disponible parece definitiva. contamos con diez focos de muy desiguales potencia y altura, dos de los cuales son dobles: los de la catedral y san cernín. en total, 48 campanas, a las que hay que sumar el carillón. sobre el plano de la ciudad dibujan una muy irregular estrella de ocho puntas, con un centro en el que se alojan la casa consistorial y san cernín. por orden de potencia, catedral (11), san cernín (8), san nicolás (7), san agustín (7), carillón (24), san lorenzo (6), ayuntamiento (3), san fermín (3), carmelitas (2) y san francisco (1).

para componer un concierto de campanarios

no es el presente un concierto normal. ni por los instrumentos empleados ni por el espacio que ocupan. y además, por muy discursiva y racional que sea mi formación de músico, quiero que arga evidencie un pensar compositivo claramente analógico. o, si se prefiere, poético. o incluso místico.
para comenzar diré que de entre las varias inscripciones que encontré en las campanas iruñesas, una me llamó poderosamente la atención por lo explícito de su contenido: alabo al dios verdadero, convoco al pueblo, congrego al clero, lloro a los difuntos, espanto la peste, engalano las fiestas, que mi voz sea el terror de los demonios (en latín el original, sobre la campana gorda de san lorenzo).
campanear o componer para campanas no es un acto gratuito ni especulativo, y ni siquiera, básicamente, estético. es un acto ante todo operativo. es, o ha de ser, un real terrae motus, pues tiene que ver con dioses (que si hay verdaderos también los habrá falsos), pueblos, cleros, difuntos, pestes (¿el sida?), fiestas, ángeles y demonios. todo un acontecimiento. un inquietante y turbulento monumentum sonoro que puede alterar el precario presente, posmoderno y deconstructivo, cuyo horizonte de sentido queda abierto a una hermenéutica de lo pre-arjé. el reverberar de la campana trae ante nosotros confines simbólicos de raíz salvaje, adentrándonos en la sima ancestral de la protohistoria. confines en los que el son desencadena mitos y relatos, pero también expeditivas curaciones, milagros y catástrofes (dependiendo de cuándo, dónde, cómo y por quién se utilizase el son). precaución pues.
la iglesia, sabedora de su potencia, sometía al rito de consagración a las campanas para que al ser escuchadas por los oídos del pueblo crezca en éste su fe y devoción, se alejen las insidias del maligno, desaparezca el ímpetu de la tempestad y el fragor del granizo, se atemperen los truenos y ceda el rigor de las aéreas tempestades bajo la diestra del señor (canon 1169).
mas ¿qué tiene la campana para que la bendigan?

bajo el signo de saturno

la casualidad entra en escena para tomar la palabra y contestar: recibo una invitación para una exposición de grabados que se ilustra con uno célebre de durero, el titulado melancolía. allí aparece la campana con badajo. sobre un paisaje con mar y arco-iris al fondo destaca una torre, de la que penden un reloj de arena, una báscula, la campana descrita y una cuadrícula con números. sobre la torre se apoya una escalera de ruda madera con 7 peldaños. y, en primer plano, un ángel pensador con un compás, un putti con un libro, un buey recostado sobre el suelo y pequeños objetos, entre los que destaca un martillo. acudo al ensayo histórico-etnográfico sobre la subestructura totemística y megalítica de las altas culturas y su supervivencia en el folklore español, de marius schneider (csic-instituto español de musicología, barcelona 1946), fuente inagotable de sabiduría, y descubro que la campana con badajo está, según las concepciones místicas antiguas, bajo el signo de saturno el oscuro: el mi, tercer sonido del elemento tierra, es el lugar de la ofrenda de un sacrificio violento, la expresión del dolor y de la conciencia del deber. sus símbolos más acusados son el macetón (la forma fundamental del tambor), el trapecio con la línea más larga arriba, el martillo y la maza, que, hecha de piedra verde, acusa una cabeza de buey ya en la cultura neolítica ártica y caucásica. su planeta es el triste y oscuro saturno. entre sus instrumentos destacan el tambor-caja, el gong lunar y la campana amarilla golpeada con martillo (...) estos metalófonos repelen a los espíritus malos lejos del holocausto, llaman la atención de los dioses que dormitan, libertan la luna del dragón que la devora durante los eclipses, dan al ejército la señal de retirada y anuncian al visitante en el palacio (...) los discos metálicos tocados con martillo adoptan la forma de cuarto meguante y sirven para conmover a las almas entristecidas (...) la campana amarilla china, que ocupaba "la terraza de la luna", sirvió para ritos de lluvia en el eje valle-montaña, fue embadurnada con la sangre de un buey de sacrificio, acusó una nota claramente femenina (tierra) y fue en su origen un bambú (agua). una cultura posterior la reemplazará por un gong en forma de cubo adornado con ranas. las atribuciones numéricas tardías le atribuyen doce rayos. ambos instrumentos, campana y gong, tienen un acento lunar muy marcado (pp. 228, 271 y 230).

de saturno a la magna mater

saturno se había alíado con titán para matar a todo hijo varón que pudiera tener y así evitar posibles enemigos y continuar ocupando el trono del universo. pero hete aquí cibeles, madre de dioses, dió luz a júpiter y logró engañar a su marido entregándole por él una figura de piedra y poniendo al niño en manos de sus sacerdotes, los coribantes, que a su vez lo confiaron a la cabra amaltea para que lo amamantara. con el fin de que a los oídos de saturno no llegaran los lloros del bebé, atronaban los coribantes el aire con estrépito de címbalos, escudos, cascabeles y campanas. de modo que saturno (luna menguante), júpiter (luna creciente) y la gran diosa madre cibeles (centro de cultos orgiásticos) se unen por el sonido mágico y salvífico de la campana. para la concepción cristiana, por otra parte, maría, puerta por la que cristo entrara al mundo, encarna y personifica a cibeles. y a maría está consagrada la voz cantante de iruña. en efecto, la maría encarna su son y es su vocero, su melancolía, su conocimiento, su prosperidad y su escudo.

la campana maría

hay una bella inscripción en los casi 8 metros de circunferencia de su labio. traducida del latín, dice así: te exaltamos santísima maría proclamando con grande y sonora voz: ave, llena de gracia, el señor es contigo, intercede por nosotros, oh diosa y señora y reina y madre, a dios, quien salido de tí, hecho carne, es nuestro dios y aquel a quien todo honor y gloria ha de darse por los siglos de los siglos amén.

la maría, un fa dual

y ese enorme y redondo y femenino vaso que la maría es, ese tambor o roca o metálica montaña que, melancólica, protege y ubica sonoramente iruña, suena una sola nota, el fa. todo un coro de coribantes in voce exultationes entonan un fogoso y solar acorde de fa. acorde de fa no strictu sensu sino algo que lo merodea, pues la tradición española de fundición nunca fue como la de los países bajos, cuyo énfasis por la correcta afinación les llevaría a crear conjuntos de campanas (carillones) de rara y perfecta entonación, ni como la china, donde incluso se han hallado campanas del siglo v a.d.c. que no dan una sino dos notas afinadas. nuestras campanas más bien conforman un complejo sonido amasado mediante un número considerable de armónicos o resonancias (algunos ilusorios) que pueden o no concordar con su fundamental. y a su vez ésta puede o no (y normalmente no) concordar con un subgrave (hum o bordón) que lo envuelve todo. a mi juicio la maría suena un rico y variado fa, y de la misma opinión es aurelio sagaseta.
ahora bien, frente a la opinión moderna, que encuentra más conveniente y mejor la campana afinada, yo prefiero pensar que no todo en el pasado fue incapacidad sino más bien orden distinto. de modo que no es que la maría dé una fa defectuoso, da un fa cuya composición aural dibuja sonoramente un temblequeo constante, un útil germen de disonancia y duda, lo que da a la campana esa dualidad de los seres del cosmos que concuerdan y rozan con la muerte-resurrección.
el papel místico de las campanas, su lugar entre nosotros, es ambiguo y guerrero, como todo lo que sonoramente inestable o fluctuante destruye un tono para crear otro, al tiempo que crea el nuevo para destruir el antiguo. una sociedad basada en el pensamiento acústico requería un instrumento capaz de sonar de modo que fuera a la vez la voz del ángel que en alto suena y el terror de todos los demonios. la campana llama empáticamente a unos espíritus al tiempo que amenaza otros. para un pensamiento holístico todos los espíritus de una determinada categoría se sienten llamados por el mismo timbre y la misma altura de un sonido.

maría y el león

la maría, el sonido-símbolo de iruña, suena en fa. ese es su grito característico, el totem de una ciudad que a base de reconocerse en tal son acaba por serlo. la historia más íntima de iruña, la voz de sus antepasados, bulle aún en la maría. su retumbe les mantiene vivos, para quien sepa escucharlos. al tiempo, la maría es la gran oreja en que resuena el cosmos todo, el sonado fetiche que la comunidad a sí misma se ha dado (hace más de cuatro siglos), identificación y puente de comunión. y es que, hölderlin lo sabía bien, la naturaleza del alma es acústica. mas no sólo del alma humana sino también de los propios dioses: como es sabido, éstos, por temor a la muerte, se refugiaron en el sonido.
para conocer los arcanos de ese fa de la maría buceo de nuevo en schneider: según la cosmología china, esa nota es la del planeta saturno y, según los griegos, la base para el lunático y melancólico modo mixolidio; por otro lado, para el sistema pentatónico chino el fa es centro y corresponde al tao, alrededor del que se agrupan los restantes sonidos o edades humanas y, más cerca de nosotros de nuevo, para la tradición pitagórica (compendio de saberes orientales) comienza su círculo de quintas por el fa, sonido de la mañana y el fuego que se propaga, mediador, entre vivos (tierra) y muertos (cielo). el animal que le corresponde es el león, de un valor simbólico prácticamente unívoco, al que no caben demasiadas posibilidades de variación.

arga, un evento inaugural

todo un mundo de señales, ritmos y símbolos colectivos se nos viene encima. sonar las campanas es, como queda claro, un acto provocador de conciencias y dislocador de memorias. nos da, y mucho, que pensar. en suma, es un acto hermenéutico, un acto que convoca explicaciones remotas y, parece, decisivas. un concierto de esta índole es, o puede ser, apocalipsis, esto es, revelación, epifanía, visión. y muy sonada. un concierto así, más que experiencia estética, es un ejercicio de mortalidad, y por lo tanto también, en cierta medida, un discurso edificante, en cuanto que no concluye sino que identifica, enriquece y complica con referencias que ensanchan y desfondan nuestra experiencia de las cosas, por utilizar palabras de vattimo.
la desmesura desfondante de un concierto como el presente no busca tranquilizar sino, por el contrario, violentarnos tan adecuadamente como para que de nuevo re-tomemos la palabra y conjuremos la miseria y la degradación sonora en que nadamos.

una música urbi et orbe

para nosotros, pero también para el oyente, es precisa una conversión, una inmensa higiene que nos limpie de adherencias bárbaras y reduccionistas (desarrollistas, antropocéntricas, etc) que nos han llevado a estar excesiva (sino exclusivamente) ocupados y pre-ocupados por imponer al machacado mundo ideas-egoísmos-obras-comportamientos, en vez de abrirnos conversacionalmente a él.
un concierto como éste, buceador de arquetipos rítmicos y tímbricos, está también demandando del oyente un tomar distancia del arte de las obras de arte, como ironizaba nietzsche, y, dejándose asaetear por salvajes badajadas, abandonarse a un sencillo (mas puede que angustioso) o sabático tocar madre. en el fondo, un concierto de campanas como arga, es solamente una trama para, captando el abolengo místico de la ciudad, recuperar su ritmo-símbolo hecho piedra, teja, calle, campana o simplemente maraña de ecos. y para, sonido mediante, armonizar empáticamente con ese hortus musicus que el orbe es.
atención pues al clamor del fa de la maría y atención a sus retumbes: todo el tiempo del mundo nos canta sus verdades desde su melancólica y leonina voz.

retrocede La ciudad y sus ecos avanza
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    Actualización: 19-04-2024
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