Sucedió en la noche de Reyes de 1988. Un nutrido grupo de músicos, excéntricos y abrigados hasta donde les era posible, subía a las torres de cinco iglesias de Ontinyent, Valencia. Decían que iban a tocar un concierto musical, que se llama Vivos Voco y que había sido escrito especialmente para las campanas de la ciudad por un compositor llamado Llorenç Barber. Este último, personalmente, dirigiría la singular orquesta. De este modo, entre humos de incienso y trozos de carbón, bajo el escrutinio de cientos de miradas perplejas y mecida por la brisa de las montañas del levante, nace la Música Plurifocal.
Los Música Plurifocal de Llorenç Barber (Aielo del Malferit, Valencia, 1948) es, sin lugar a dudas, una de las propuestas más refrescantes y hermosas dentro del panorama de la creación artística y musical de los últimos años. Este peculiar modo de ejercer la composición para espacios urbanos transgrede las fronteras entre la "música seria", el ars sonora, la experimentación, la instalación sonora, la environment music y muchas otras manifestaciones músico-sonoras tanto institucionalizadas como emergentes. La Música Plurifocal es heredera legítima de las diferentes tradiciones de músicas para espacios abiertos desarrolladas en occidente como las músicas de banda, cortejos y procesiones; las fanfarrias y entradas reales del Renacimiento; los cori spezzati del Barroco veneciano, la distribución orquestal y los conjuntos poliorquestales del siglo XX, la estereofonía electroacústia, etc. Pero al mismo tiempo, esta propuesta de reinvención continua del espacio colectivo a través del sonido, es infatigable gestora de nuevos comportamientos artísticos.
La manifestación más clara, aunque no única, de la Música Plurifocal, se encarna en los Ciudadanos Conciertos de Campanas. Se trata, más o menos, de sinfonías de proporciones fabulosas en las que las campanas de ciudades enteras suenan al compás de precisas partituras minimales (o heterorepetitivas), rigurosamente coordinadas por medio de indicaciones cronométricas exactas. Su estructuración interna responde a las particularidades orográfico-acústicas de cada espacio.
Este novedoso comportamiento creativo requiere, a su vez, del emplazamiento de conductas receptivas alternativas. La Música Plurifocal conmina al público a trascender su prácticas auditivas habituales, le exhorta a aportar su grano de riesgo y a completar una tarea creativa que, por utópica, no se agota jamás en los quehaceres del compositor. Para presenciar estos conciertos que oscilan entre los 30 a 60 minutos de duración, el escucha se ubica en plazas y parques, asciende a techos y balcones, se retira a montañas y colinas aledañas, o bien transita por las calles libremente, en recorridos predeterminados o itinerarios improvisados.
Para degustar de esta dilatada música, el oyente debe ataviarse con calzado fuerte y cómodo, además de una buena disposición a usarlo. Aquí la música se rehusa a funcionar como el servicio precontratado, al cual nos estamos acostumbrando demasiado, para convertirse en una caprichosa y escurridiza doncella que juega a esconderse en callejones, columnas y balcones y a la que hay que pillar por sorpresa. El auditorio plurifocal, debe mostrarse resuelto a despertar su imaginación ótica, ciertamente aletargada por siglos de escucha pasiva.
Desde mediados de los años noventa, Barber incorpora diversas fuentes sonoras para contrapuntear con el metálico timbre de las campanas. Entre este inusitado instrumental se encuentran carracas de madera, bocinas, fuegos artificiales, salvas de artillería, tambores, silbatos y sirenas de buques, metales, eclosiones de cañones, tubos armónicos y, de manera espacial, bandas: bandas sinfónicas, militares, procesionales, taurinas, de pueblo, pasodoble o escolares, etc. Todas ellas son tratadas como un "disciplinado móvil" dispuesto a realizar recorridos pesados entre el público o por rutas agrestes como el graderío de un plaza de toros, o a encaramarse sobre terrazas y balcones para francotirotear sus sones a diestra y siniestra.
Barber ha compuesto ya casi doscientas obras para otras tantas ciudades de España, México, Portugal, Alemania, Italia, Holanda, Austria, Inglaterra, Francia, Cuba, Polonia, Argentina, Eslovenia, Colombia, Bélgica, Guatemala, Brasil, Dinamarca, etc. Cada una de sus partituras emerge de la orografía, la urbanización y posibilidades acústicas de cada espacio. Éstas son estudiadas in extenso por el propio autor durante la fase precompositiva de cada obra. Por eso, ninguna obra puede parecerse a la otra. Sin embargo, la abultada cronología de conciertos plurifocales de Llorenç Barber no se parece en nada a un exhaustivo catálogo de obras autónomas, individualizables por medio de una serie de rasgos distintivos garantes de su identidad. Mas bien, recuerda el diario desvencijado de un itinerante animador de fiestas patronales (o,. mejor dicho, matronales).
Así, entre esas hojas castigadas por el uso intenso, marcadas por las huellas de dedos espolvoreados de óxido, tiesas de lluvias mal cubiertas, aleatoriamente goteadas de vino y salpicadas de migajas de queso y arroz, se extiende el memorioso registro de cada una de esas fiestas a las que el incansable Barber asistió, invitación en mano, conduciendo un polvoriento carromato repleto de partituras, cronómetros, campanas y otros artefactos sonadores. Esas músicas urbanas que arrastra por los caminos del mundo, son como aquellas casas de espejos de las ferias donde uno se mira deformado hasta la hilaridad. Las ciudades se contemplan en aquellas concavidades y convexidades sonoras. Se miran, perplejas, transformadas de mil maneras por los juguetones contrapuntos a las que las somete el compositor. Al final del periplo sonoro entorno a sí misma, la ciudad se redescubre, bella y arreglada para una fiesta especial, brillando sobre los escombros de su historia y confundiéndose entre las sonrisas de sus gentes.
De este modo, encontramos las descomunales sinfonías para más de 300 campanas de Sevilla o Granada; las íntimas serenatas espaciomusicales de Pollenza o Reims; "músicas acuáticas" en conciertos para campanas flotantes (Groningen, Holanda); los desvelos en los desmesurados conciertos de sol a sol (más de diez horas de campaneo en solitario) en el bosque de Toledo o en el Sonambiente de Berlín; conciertos para campanas móviles en Poznan (Polonia); sinestésicas y polisensoriales músicas con aromas y sabores en Murcia; batallas ficticias entre cielo (fuegos artificiales) tierra (campanas, tambores y descargas de artillería) y mar (silbatos de buques) en Naumaquias sonoras en las Bahías de Cartagena, Funchal, la Habana o Río de Janeiro; salutaciones la aurora boreal en Escandinavia; proyectos-proeza para ciudades resistentes cuyo concierto llegó a demorarse hasta un septenio en México o Roma; celebraciones a la paz en Guatemala; solidaridad eterna en la Plaza de mayo de Buenos Aires o esperanza irreducible en Popayán (Colombia), etc.
La Música Plurifocal es uno de esos casos raros en la historia del arte en el que la producción de obras es estrictamente simultánea a: a) la generación de la técnica compositiva que las posibilita; b) el desarrollo de instrumentos teóricos reveladores de la naturaleza de la propia propuesta de este modo de hacer música, y c) la continua y necesaria reflexión estética muy, pero muy pegada a la escucha in situ y a la experiencia fenoménica. Ninguno de estos departamentos de actividad musical da un paso sin arrastrar a los demás.
La Música Plurifocal de Barber implica una profundización y desarrollo en el manejo musical de los grandes espacios urbanos. Si bien la incorporación el espacio como elemento estructurador con función específica dentro de la obra ocupa un lugar preponderante en la música contemporánea, las enormes dimensiones así como las peculiares características acústicas de los espacios para los cuales Barber compone, le obligan a implementar y desarrollar una serie de recursos y estrategias compositivo-espaciales novedosas. Estos recursos deben sonreírle a una serie de variables complejas y riesgosas casi siempre imprevisibles. Pero complejidad, riesgo e imprevisibilidad, es lo que define la búsqueda estética de la Música plurifocal. Entre éstas encontramos:
Estas no son sino unas pequeñas claves de la Música Plurifocal de Llorenç Barber. Música a un tiempo nómada y pedestre, que nos ayuda a transformar en grandiosas obras de arte los espacios cotidianos. Y con ellos nuestra vida entera.
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