MÁXIMO GARCÍA, Enrique - De campanas y relojes

De campanas y relojes

El desplegado telescopio de la torre catedralicia que tan ilustrativamente calificara el crítico viajero británico Richard Ford en el pasado siglo, alberga, como se sabe, un conjunto sonoro de primer orden, integrado por veintidós campanas, a las que cabe añadir la más antigua, en activo, de la ciudad que se cobija en una minÚscula espadaña sobre el tejado del crucero, fundida en 1609 y dedicada a "Sancti Gregori Tavmatvrgo".

De entre todas ellas, destacan por su enorme masa, más de dos metros de diámetro, las dos mayores, al norte y al oeste, fundidas en 1790 por Venero, un artífice cuya maestría en el bronce podemos apreciarla igualmente en las catedrales de Granada y Jaén; la tercera, soberbia, dedicada a San José, fundida y refundida en 1818, por Manuel Rosas, apellido de extensa tradición en el antiguo Reino de Valencia; la llamada "Nona", anchota, tosca y con el símbolo de la salamandra, fundida por primera vez en 1791 en honor del Obispo Victoriano López y refundida a finales del XIX por Luis Senac, miembro de una familia hoy todavía en activo en nuestra ciudad; y, finalmente, el espléndido grupo de nueve campanas, nacido en 1815 por iniciativa del Cabildo y dedicado casi en rigurosa lección iconológica a los patronos de la Diócesis (con la ausencia de Fulgencio y la inclusión de Patricio), a los Apóstoles Pedro y Santiago, a los Doctores Agustín y Tomás de Aquino y a Santa Bárbara, conjuradora y talismán contra las tempestades.

Desafortunadamente esta riqueza instrumental, Única en la Región, se encuentra desde hace tiempo seriamente dañada. Del conjunto global de campanas tres se hallan desmontadas, con roturas en el labio (una de ellas, de bastante mala calidad, se fabricó en 1969 para sustituir, sin convincentes razones, a la conocida bajo el seudónimo de "Mora"), dos más, rajadas, ocupan todavía sus huecos de origen; otra, la cuarta en la serie progresiva descendente de diámetros, "Belén" de nombre y utilizada de forma estelar en los volteos principales, presenta yugo y vaso descompensados y rotos los tirantes que la hacen girar; otras dos están mudas, al no disponer de badajo ni de mecanismos de acción, y un considerable nÚmero presenta desaparecidos los yugos originales de madera, sustituidos por otros de fundición que las privan, al sonar, de su característico retumbo de armónicos.

Las razones de este panorama, desolador pero no irremediable, quizá tengan su origen en la desaparición no lejana de la figura del campanero tradicional que las atendía y cuidaba (en nuestro caso, una venerable anciana de famoso mal carácter), así como en el ineludible incremento de los precios en trabajos de este tipo, acelerado por la mala calidad de las intervenciones mecánicas llevadas a cabo en los Últimos tiempos.

La feliz puesta en marcha del nuevo reloj (confiemos en que la vieja e interesante maquinaria sea conservada en buen estado) nos lleve a pensar en la necesidad de restauración de todo el conjunto catedralicio de campanas que ataje su progresivo deterioro, en una fase inicial, y lo recupere para la ciudad más tarde, con todo su bagaje de sonoridades y ritmos propios. Una obra a la que no deben ser ajenas, junto al Cabildo, las autoridades de Cultura de la Región y municipio, así como el Conservatorio Superior de MÚsica, y que no debe consistir exclusivamente en la simple reposición material de los bronces en estado operativo sino en la recuperación de los tradicionales toques de la Iglesia Mayor de la Diócesis, interpretados a brazo, en singulares festividades (compatibles, por supuesto, con la moderna electrificación) y registrados en partitura, antes de la pérdida definitiva de la memoria histórica de los mismos y gracias a la reciente localización del "Plan sobre arreglo de toques de campanas", elaborado en su día por el fabriquero mayor capitular.

Y ello, junto a la restauración paralela de todos los mecanismos, conservados en parte, de poleas, escuadras y cuerdas que permitían la acción de los veinte hombres necesarios para un volteo general.

Afortunadamente, cada vez son más los fundidores que van regresando a los yugos tradicionales de madera y se dispone de métodos no agresivos para la recuperación de las rajadas o con fisuras, sin pérdida práctica de intensidad sonora. Ello permitiría la no refundición de las históricas que no presentan graves faltas de metal e incluso el regreso de "La Mora" a su emplazamiento primitivo: no hay razones objetivas para lo contrario y son bastantes las campanas que, siendo más antiguas, aÚn conservan orgullosamente su empleo.

El impecable trabajo que lleva a cabo el Gremio de Campaneros de Valencia y su éxito conseguido tanto en el "Miguelete" como en otras emblemáticas torres de su Comunidad pueden servir de inestimable guía y de apoyo práctico.

El tiempo apremia y no caben demasiadas demoras en esta parcela del Patrimonio Histórico no suficientemente valorada.

Por añadidura, todo este proceso que aguarda será también de orientación inestimable para otros conjuntos regionales seriamente valiosos como los del Salvador de Caravaca, San Patricio de Lorca, Santiago de Totana, Mazarrón o Santa María de Cartagena.

Enrique MÁXIMO GARCÍA

(Publicado en "La Opinión" - Murcia - 02/03/1997 - f. 21)

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