El campanero del santuario moscón de El Fresno, Ángel de la Grana, se jubila tras la instalación de un sistema electrónico en el templo para llamar a misa.
«Las nuevas tecnologías me han dejado en el paro». A sus 81 años, Ángel de la Grana era hasta hace pocos meses el campanero del santuario de Nuestra Señora de El Fresno, en Grado, el encargado de hacer repicar las campanas cada domingo para anunciar el comienzo de la misa a los feligreses y de acompañar con su tañido inconfundible la procesión alrededor del templo de la patrona cada 28 de septiembre. Sus toques manuales han sido sustituidos ahora por un sistema electrónico en el que se programan de forma automática los toques de las horas y los cuartos del reloj, así como los repiques y los volteos de las campanas para las celebraciones.
El moscón reconoce que «últimamente las rodillas se quejaban mucho cada vez que subía y bajaba el medio centenar de peldaños que conducen, torre arriba, hasta las campanas del santuario» y que, aunque nunca le fallaron las piernas, «tenía miedo a caer». «De ahí que el cura me jubilara y sin paga», bromea este vecino de El Fresno, que calcula que «estos aparatos tan modernos y potentes tuvieron que costar un buen dinero».
Son las doce del mediodía y las campanas del santuario moscón se oyen en toda la redonda con una claridad insuperable. «Suenan bien, pero ni comparación con antes de ser automáticas, les falta ritmo», sentencia el moscón con cierta nostalgia, sin despegar la vista de la torre del santuario. «Las tocabas muy bien, ¡ sí, señor!», corrobora su amigo Rafael Estrada. El campanero sonríe tímidamente y echa la vista atrás. «El cura que tuvimos aquí muchos años, Lisardo Suárez, ya fallecido, sí que repicaba como nadie. Fue monaguillo mucho tiempo y aprendió bien la técnica», recuerda De la Grana.
Él aprendió por su cuenta, ya de mayor, a llamar a misa a los devotos y aguantar el ritmo durante el recorrido de la procesión. «Tenía que estar tocando durante media hora seguida, pero nunca me cansaron los brazos», presume el campanero, a quien le llaman la atención todos los bautizos que ahora se celebran en el santuario. «Del pueblo venimos cuatro a misa, el resto son todos de otras parroquias y mucha gente que viene a casarse o a bautizar a los chiquillos, el domingo pasado todavía hubo dos bautizos», explica el moscón, satisfecho de que su hijo pequeño, Eloy, haya seguido con la tradición y sepa también hacer repicar las campanas.
Tras bajarse del campanario, Ángel de la Grana dedica todo su tiempo a la asociación cultural de vecinos «Nuestra Señora de El Fresno», de la que es tesorero: «Estamos pidiendo presupuestos para aglomerar los alrededores del templo». Mientras el campanero echa sus cuentas, las campanas repican a otro ritmo y con sólo darle a un botón en El Fresno.
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