EL CIUDADANO - El tradicional reloj que detuvo sus agujas pero continúa marcando una tradición en barrio Martin

El tradicional reloj que detuvo sus agujas pero continúa marcando una tradición en barrio Martin

Fue traído desde Francia en 1923 cuando la familia Van de Casteele abrió la relojería que funcionó en 3 de febrero 533 por tres generaciones. Hoy el inmueble está en venta y cubierto por una valla. Desde el Concejo municipal piden conservar el objeto por su valor histórico.


Desde hace un tiempo sus agujas quedaron detenidas en el tiempo, pero su armazón no deja de marcar una tradición en barrio Martin. Emplazado en una antigua casona de 3 de Febrero 533, el clásico reloj de la familia Van de Casteele fue traído de Francia y sobresale de la antigua fachada, tapada por una valla, frente al inmueble donde solía funcionar una relojería. Desde el Concejo municipal pidieron al Ejecutivo que conserve el reloj como patrimonio cultural y lo guarde en el Museo de la Ciudad por su valor histórico.

Legado familiar

En 1923 Luis Van de Casteele abrió la relojería de 3 de febrero 533. Había llegado desde Bélgica a probar suerte en la ciudad que eligió porque un amigo ya residía en Rosario. Por entonces, importaba desde Alemania y Francia relojes y campanas para iglesias que colocó en Rosario y en varias ciudades del país. En 1925 instaló el reloj de los viejos Tribunales de calle Moreno que mantuvo hasta que falleció. También colocó el reloj y el campanario del Palacio Fuentes, de Santa Fe y Sarmiento, y de las torres de las iglesias Santa Rosa, en Mendoza al 1300, y Corazón de María, en Viamonte al 1500.

Su hijo Augusto y su nieto José llegaron a la ciudad desde España para trabajar en la relojería. Con 15 años, José dio los primeros pasos en el oficio que lo acompañó hasta sus últimos días. Además de atender el negocio, trabajó en la Municipalidad donde se encargó del mantenimiento de los relojes durante 37 años. Reparaba engranajes de miniaturas o renovaba esferas de los artefactos ubicados en Pellegrini y Oroño, 27 de Febrero y Oroño, el Cementerio La piedad, Sargento Cabral y avenida Belgrano, y Plaza Alberdi.


El paso del tiempo detuvo las campanas y el reloj que aún hoy se destaca en la fachada de la antigua casa que desde hace meses permanece tapada por un vallado. Por eso, desde el Concejo municipal pidieron al Ejecutivo que informe si existe un permiso de demolición o edificación en la zona y si el inmueble reviste protección patrimonial. Al mismo tiempo, solicitaron la preservación del reloj y su envío al Museo de la Ciudad. “El clásico reloj, traído desde Francia, que se encuentra instalado en la fachada es un elemento que hace al patrimonio cultural del barrio y de toda la ciudad, por lo que resulta indispensable que se preserve en caso de algún futuro proyecto urbanístico a desarrollarse en el sitio”, dijo la concejala Fernanda Gigliani, autora de la iniciativa que tuvo despacho favorable por las Comisiones de Cultura y Educación y Planeamiento y Urbanismo.

“Según se puede observar, el lugar mencionado se encuentra vallado, lo que despertó inquietud en los vecinos que residen en los alrededores ante la posibilidad de que allí se lleve a cabo una demolición y se pierdan objetos que revisten gran importancia para la identidad del barrio, como lo es dicho reloj”, agregó.

A tono

Desde Francia, Luis Van de Casteele trajo cinco campanas que instaló en la terraza y un reloj que colocó en la fachada de la casa y que utilizó como banco de prueba para todas las máquinas salidas del taller. Las campanas tenían distintos tonos y estaban dispuestas en escala musical, lo que se conoce como carillón. Pero el sonido a cada hora le costó la denuncia de algunos vecinos que terminó con una encuesta en el barrio en la que cual le dieron el visto bueno a las campanas. El tema incluso llegó al Concejo municipal, a partir de una denuncia por ruidos molestos que fue desestimada ya que los decibeles no alcanzaban para considerarlos como tal. “Muchos vecinos me lo agradecen porque lo toman como despertador. Para las navidades o el Año Nuevo tenía como costumbre hacerlas sonar a vuelo, es decir que tocan sin parar por quince minutos, algo muy lindo”, recordó su nieto José, en una entrevista concedida a El Ciudadano en 2010.

EL CIUDADANO

El Ciudadano (13-06-2021)

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    Actualización: 28-03-2024
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