MIGURA, Juan A. - Las campanadas a difunto buscan relevo

Las campanadas a difunto buscan relevo

Benedicta Bergaretxe lleva 30 años a cargo del aviso en la parroquia de Elgeta

El toque distingue hombre o mujer por el número de campanadas, y está automatizado desde un pulsador en la sacristía

«En Elgeta las campanadas de difuntos son cinco lentas si es mujer y siete si es hombre»

«Más que trabajo es responsabilidad; antes de tocar esperamos que nos avise la familia o el cura»

Benedicta, en el campanario junto a seis piezas del siglo XVII, y hay una séptima pequeña en la torre «del Ángel» que anunciaba la muerte de niños. - Autor: MIGURA - DIARIO VASCO
Benedicta, en el campanario junto a seis piezas del siglo XVII, y hay una séptima pequeña en la torre «del Ángel» que anunciaba la muerte de niños. - Autor: MIGURA - DIARIO VASCO

Cinco campanadas lentas no horarias anunciaban hace unos días un fallecimiento en Elgeta, el de una mujer, porque siete serían las dedicadas a un hombre como interpretan los mayores de la localidad de Debagoiena, en la muga con Bizkaia junto a Elorrio. La secular función informativa ha recaído en los treinta últimos años en Benedicta Bergaretxe Elorza y ahora corre peligro de desaparecer «porque no hay relevo».

Sigue como campanera con 81 años, recién cumplidos, pero busca sustituto en esta responsabilidad, «no es complicado pero hay que estar pendiente. Es algo que te tiene un poco atada. Cuando ha fallecido alguien, aunque pueda saber quién es por los comentarios de la calle, espero a que me avise el cura o la familia para tocar las campanas a muerto. Es por respeto».

Aunque el boca a boca, las esquelas o el whatsapp son vías de comunicación para unos, otras buscan la confirmación desde la torre. «Si alguien no escucha los toques, echan en falta el aviso. Es un tradición que se debería mantener, sería un pena que se perdiera».

Acude desde su cercano domicilio a la sacristía de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción para dar al pulsador que automatiza los golpes, el número de veces depende del sexo, «no tiene mayor complicación, porque antes de empezar a tocar yo ya habían puesto el sistema automático».

Un temporizador determina y activa las campanadas de horas, medias y cuartos en lo alto de una torre que alberga seis piezas de bronce fundido con badajos de hierro que se colocaron 1659. Todas no están en funcionamiento y suenan al golpe y no son de volteo. Una séptima, denominada del Ángel, en lo alto de la torre, «es más pequeña y se solía usar para anunciar la muerte de los niños», recuerda Benedicta, consciente de que las campanas a difuntos hay que ir a activarlas de forma manual, «eso no se puede saber de antemano, y es lo que te ata».

Los 138 escalones

El mecanismo ahorra subir los 138 escalones que hay hasta el campanario reedificado en 1587. «Ahora, cuando se va la luz, hay que subir a tocar a mano. Pasa pocas veces, antes era más corriente. Subía y tiraba de la cuerda para mover el badajo». Respecto al susto que sufrió en una ocasión, recuerda: «La cuerda se rompió y me caí muy cerca del arco de la torre. Porque hay una barandilla alta que si no voy hasta Andra Mari plaza».

Benedicta, apoyada en dos bastones, asciende la escalinata: «Hay que ir con cuidado porque son muchas escaleras y están empinadas», cuenta mientras rememora las visitas de infancia: «De niñas subíamos con las monjas a tocar, y también tirábamos de cuerdas que había en la iglesia».

Para cuando empezó con la labor ya habían desaparecido las dos grandes sogas que escoltaban la puerta principal parroquial para el volteo. «Recuerdo muy bien cuando Antonio Markiegi, el sacristán, tocaba al amanecer el Ángelus y al atardecer y los toques de misa, de agonía, muertos y fiestas desde abajo. También se encargaba del mantenimiento del reloj. Si Antonio no estaba, venía alguno de sus hijos. Después de poner el automático, en unas reformas en el techo de la iglesia, condenaron los dos agujeros por donde bajaban las cuerdas».

Además de asumir esta función de campanera de la parroquia, como guardesa, realizó labores de limpieza o recogida de limosnas en los oficios. «Aquí siempre hay algo para hacer», apunta mientras otros vecinos preparan la inminente misa del domingo.

Esta antiquísima función tiene cada día más complicado el relevo, según destaca Benedicta. «Estoy bien y voy a seguir mientras pueda, pero necesitamos a alguien que asuma esa obligación de tocar a muerto. Hasta ahora no se ha prestado nadie pero esperamos que alguien esté dispuesto. No es especialmente complicado, ya me encargo de enseñarle al que venga», explica mientras insiste en que no es mucho trabajo, pero sí una gran responsabilidad dar cuenta de la luctuosa noticia.

MIGURA, Juan A.

Diario Vasco (30-01-2017)

  • Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción - ELGETA: Campanas, campaneros y toques
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