ARAZO, Mª Ángeles - Miguelete y Catedral

Miguelete y Catedral



A media mañana se despeja la fina neblina que envuelve la ciudad y desde lo alto del Miguelete se distingue la raya marina que, unos momentos antes, era gris-blanquecina, como el horizonte recortado por las grúas portuarias.

Valencia antigua se repliega junto al campanario; las calles, cortas y tortuosas, muestran desde la altura sucesión de planos en forma circular; tejados en desnivel, ropa tendida en las azoteas, palomares en desuso y porches-buhardilla, donde habrán quedado alguna jaula, algún espejo roto, alguna cuna apolillada, un santo de escayola y un baúl desvencijado. Pero a escasos kilómetros, insolentes, se levantan fincas que ocultan el lago y fragmentan la huerta; fincas que obligan a reducir nuestros puntos de referencia para limitarlos a lo íntimo, a los campanarios de Santa Catalina, San Martín, San Andrés, el Carmen, los Santos Juanes, el Salvador; o las cúpulas de azulejería que brillan al sol: las del Mercado Central, Escuelas Pías, San Juan y San Vicente, la Virgen. También los monumentos de las postales típicas: Torres de Quart y Torresde Serranos quedan desposeídos de grandiosidad y resultan entrañables. Valencia ocre y siena; dorada y rosa, resplandece bajo la luz cegadora que saca destellos a las antenas, claraboyas y miradores. Unicamente la mancha verde de los Viveros delata un jardín. Parece una ciudad sin árboles; solamente los cipreses de la Catedral, en la calle del Miguelete, se perfilan sobre las piedras. Cipreses mediterráneos, liberados esta vez de cementerios y vía-crucis custodian tenderetes de pseudohippies y senegaleses.

Se escucha el bullicio urbano. Suena una campana conventual en la lejanía. No han subido todavía los turistas con sus cámaras, ni los colegiales de algún pueblo serrano que, en visita cultural, viven una jornada en Valencia y al llegar aquí, el profesor les hará leer la reseña sobre la más famosa de nuestras torres:
“El campanar de la Seu” o “el Miguelete”, denominación debida a la de su campana mayor, que se bendijo el 29 de septiembre de 1418, día de San Miguel (aunque la actual data de 1532). La torre se levanta a los pies de la Catedral, junto a la Puerta de los Hierros; y su base octogonal tiene el mismo perímetro que su altura: 50.85 metros. La construcción se inició en 1381, según el proyecto de Andrés Juliá, inspirado en la vieja catedral de Lérida. En 1414 asumió la obra Pere Balaguer, el mismo arquitecto de las Torres de Serranos. Y en 1424 fue el arquitecto Martí Llobet quien se encargó del antepecho y del remate, que nunca se construyó ya que la espadaña es del siglo XVIII.

La torre cuenta con tres estancias abovedadas, una por planta; y en la superficie se abren grandes ventanas ojivas, que permiten contemplar el volteo de las campanas”.

Sin embargo, la importancia del Miguelete no estriba en sus valores arquitectónicos, sino en haberse convertido en el símbolo de una ciudad; quizás porque siglos atrás marcaba aconteceres de la vida, su altura resultaba impresionante y sus campanas despertaban al pueblo con el Angelus. El Miguelete fue auténtico guardián en 1534, cuando las Cortes Valencianas impusieron señales visibles en las torres principales de la costa; y en su terraza, todas las noches, después de la oración, se encendía una “falla o fumada”, hoguera que se distinguía desde cualquier punto de la ciudad y era correspondida con otras hogueras. que atestiguaban su vigilancia desde Morvedre a Cullera. Orellana escribió que fueron 34 las fortalezas cuyos torreros eran multados con 36 reales de vellón si no encendían con prontitud su hoguera. Las “fallas” del Miguelete son citadas por los cronistas hasta el primer cuarto de siglo pasado. Posteriormente, se aprovechó su dominio panorámico para dar noticias sobre la Salida y llegada de buques. La idea fue de la directiva de la Junta de Comercio y se detalla en el Manual de Forasteros en Valencia, publicado en 1841. El sistema consistía en la instalación de unas grandes bolsas de cuero, huecas, que según su posición, indicaban la venida de barcos, su procedencia y su partida; y para conocimiento de consignatarios, comerciantes y público, se difundió una hoja explicativa dibujada por Fernando Larrosa.

Los turistas y los niños que subieron al Miguelete visitarán después el museo catedralicio (tablas valencianas de Nicolás Falcó, los Yáñez, Masip, Joan de Joanes, Orrente, etc., casullas, piezas bellísimas de orfebrería sobresaliendo la de Benvenulto Cellini), contemplarán los dos grandes lienzos de Goya y entrarán a la capilla del Santo Cáliz.

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ARAZO, Mª Ángeles (Fragmento del libro "Vivir en Valencia". Ajuntament de València) (1988)
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  • Campanarios: Bibliografía

     

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    Actualización: 19-04-2024
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