COLÓN, Carlos - La llamada de las campanas

La llamada de las campanas

"Gracias a las campanas comprendí que la grandeza existe, a pesar de mi pereza..."

Las campanas anuncian y llaman. Es su función, están fundidas y colocadas en las torres y las espadañas de templos y conventos para eso. No son sóo un ornamento sonoro. Perdidos hace tiempo la mayoría de sus toques, que por otra parte nadie sabría hoy interpretar, algunas, no todas, hoy sólo anuncian las horas y avisan con los tres toques preceptivos de la celebración de las misas. Algunas parroquias han recuperado el solemne toque de difuntos en noviembre. Algún convento sigue anunciando el Ángelus y las Vísperas. Alguna celebración especial se sigue anunciando con repiques, sobre todo si tiene que ver con hermandades. Pero poco más. Hay a quien el toque de las campanas le molesta, ya sea por su sonido o por lo que representan. Contaminación acústica y/o invasión abusiva del espacio público llaman a su hermoso sonido. Allá ellos. Están tan en su derecho de hacerlo como yo de pensar que "hay gente pa tó".

Amo el sonido de las campanas y vivo afortunadamente rodeado de ellas en el centro de un triángulo formado por dos torres y una espadaña. Más allá de este triángulo también me llega el eco de otras dos torres y de tres espadañas. Todas continúan dando la hora y anunciando las misas. Su sonido me conmueve como una llamada a lo más importante que tantas veces la mayoría desatendemos presos de urgencias menores.

No son sentimientos sólo míos. En En la belleza ajena escribe el poeta polaco Adam Zagajewski, cuyo descubrimiento debo a un querido amigo: "Cierto día oí las campanas… Repicaban con mucha frecuencia, cada día, pero no sabía oírlas… Algunos transeúntes se llevaban las manos a los oídos, no podían soportar las campanas; otros se quejaban de que les despertasen al amanecer, de que no les dejasen ver la televisión o de que les molestasen cuando dormían. Una vez oí a alguien lamentarse en una emisora de radio francesa de la insolencia de las campanas. Pero yo no me tapaba los oídos; me sentía feliz en ese baño de campanas. Su sonido me ofrecía un instante de felicidad; gracias a las campanas, comprendí una vez más que la grandeza existe, a pesar de mi pereza, a pesar de los largos periodos en que me olvidaba de ellas, a veces durante semanas enteras, absorbido por otros quehaceres, reclamado por otras preocupaciones y anhelos. Las campanas me despertaban a una vida más sublime". ¡Cuánto se agradece que alguien exprese tan bien lo que sentimos!

COLÓN, Carlos

Diario de Sevilla (13-09-2020)

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