Lienzo excepcional

A vos, P, Laureano Robres, O. P., austero como leonés y ferviente como valenciano, todo en honor y gloria de su hermano en religión fray Vicente Ferrer.

Aquí, en lo más recóndito de nuestra Alma-Máter como esencia y medula. y presencia perpetua, de quien siendo uno de sus iniciales catedráticos puso su valer para conseguir ya un edificio propio tras sus privilegios fundacionales, postrémonos ante la efigie para nosotros más completa y digna de la extensa iconografía que aún pervive a pesar de los siglos y por ende inédita.
Y no sólo es única esta imagen en el ámbito de la Universidad Valentina.
Si bien creemos son asimismo desconocidas por tan familiarizadas, su valía las hace como quedar semisumergidas en el ambiente vario de claustro, paraninfo y capilla, pero más aún el subsistir ahora son permanencia latente y actual el paso de los Padres Dominicos celadores de su vida espiritual, si siempre tan precisa, no se mencione ahora en estas épocas...
La capilla, digna por su ambiente, queda enriquecida por recientes plantaciones pictóricas al fresco, con los retratos y atributos de aquellos varones ilustres y santos que la crearon, fueron sus más ?rmes bases en la erección y directrices esenciales, o al cruzar por sus aulas iban esmaltando dando vida y prestigio.‘ a tal lugar, a estas dependencias con su ciencia, infundiendo ya su sapiencia y modales
en aquellas mentes del XV, del XVI...
Mas aquí mismo ——capilla de la Universidad Valentina—-, en el paramento lateral derecho, admiremos en ‘la luz suave de la misa matutina, la para nosotros más magnífica obra pictórica vicentina delatando en su erección entrañable afecto por cuanto hiciera en su construcción y quizá...
De un tamaña superior al natural, sumergido en la semioscuridad de un fondo historiado, vemos la erguida. presencia de Fray Vicente
Ferrer con su habitual actitud de la diestra indicando hacia arriba, señalando la ?lacteria, ¡el santo temor de Diosl, ¡la hora del Jui-
ci0!, y la izquierda mano centrando
el simbólico acontecer allí explanado con agradable habilidad.
Si casi toda la ?gura emerge como de la apenumbrada y provisional cátedra por el tiempo en que se labra el edi?cio, en cambio a nuestra derecha, tras un arco redondo, extasiémonos en la escena vivida y como señalada por él: el mismo Santo dialogando con varios respetables, individuos envueltos en sus carmesíes gramallas.
Es todo un poema esta reducida
visión y perspectiva porque detrás
del grupo, ajetreados en su laborar, vénse a varios albañiles, ya sea sobre lo alto del andamiaje, como por tierra, portando materiales, inclinados acarreando piedra sillar, trabajando la argamasa... en un edificio que empieza a destacarse sobre el cielo azul con algunas brumas suaves, vistas sobre y a través de los ventanales aún desprovistos del maderamen y cristales...
Agradables facciones que nos sitúan ante «un verdadero» retrato»
del Santo, trazado, según las biografías y datos recogidos en directo por aquellos seguidores y fervorosos contemporáneos.
‘Su mirada cándida, trasunto de una vida interior intensa con el acompañar de mortificaciones, queda plasmada en este lienzo con gran acierto.
Transición el rostro de coloración austera, ascética y esa cándida aureola motivada por la permanencia al aire libre, leve matiz tostado por largas caminatas apostólicas...
En cambio, si el rostro debe de ser centro de nuestra‘ atención, deslicemos ahora la mirada hacia la mano izquierda.
Presumimos que su esmerado dibujo es como agradecimiento por esa labor dispensada en la erección del nuevo Studi General, con este inicio de erigir una digna mansión para elevar el intelecto de su tierra natal.
Y esa mano izquierda de magistral dibujo, coloración diluida, por cuanto representa también en el cuidado y amparo de la naciente obra.
Es increíble la diversa sensación que en las varias ocasiones en que ensimismados nos iban dando muy a menudo, casi a diario su contemplacíón, siempre agradables en grada ascendente los más bellos matices.
Porque si predominando la esbelta ?gura del Santo es ya por si motivo ‘de tal atracción dirigiendo la vista hacia la parte inferior derecha -según el contemplador-,
descubramos ótra yez el grupo y ambiente forjado con minuciosidad y recreo, amable conjunto descriptivo, grato motivo en donde encuéntranse gestos y líneas arquitectónicas y latina inscripción, que recoge en síntesis su parte en la erección de estos muros.
Como arrumbados, capelo y mitra completan la aureola que su ciencia y santidad le granjearan y que él no quiso jamás aceptar.
«Y quizá»..., dijimos anteriormente dejando como prendido para ahora, este colofón de algo que nos sugiere el rememorar un milagro tan sensacional como fuere el de detener en el aire al trabajador, que caído del andamio en trance de muerte sálvale.
¿Por qué no pudo ocurrir asimismo en Valencia?
Todo es posible a la vista de esta obra pictórica y más sabiendo lo olvidadizos que son con sus valores los íncolas valencianos...
Mas predomina al menos en apariencia tal concepto, quede con este lienzo parte esencial de su entronización el poder comprobar como en lo más recóndito de su ciudad natal, sigue perviviendo perennemente su presencia, como cinco siglos y medio ha, transcurriera al comenzar los cimientos de esta Universidad, sede del saber valentino.
Aún volvemos nuestros ojos, ya en la casi completa oscuridad. Creemos ver adelantarse su ?na ?gura y al unísono que con su diestra nos indica el cielo, vuelve, prosigue, dándonos lecciones sublimes de ciencia eterna.

FRANCISCO LLOP LLUCH
L'Altar del Mercat - València (1963)

 

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    Última modificació: 24-04-2024