Iniciativa ejemplar


En las fiestas de 1977 exactamente el 18 de abril—, la junta de esta Asociación de San Vicente Ferrer del Altar del Tossal concedía a sus más destacados asociados y colaboradores su distintivo «Ferradura d’or», y entre ellos a una singular y excepcional persona: José María Ortolá Ferrando.
Cuando en este local social —Llar Vicentí importantísimo, que en otro año deberemos de estudiar— se le impuso tal insignia, quiso compartir este mérito con aquellos «heroicos directivos» que en épocas dificultosas, de penurias o de algaradas callejeras, hacían lo posible para colocar Altar, repartir la «bescuità» y que la fiesta popular y religiosa saliera del Templo y ofreciera a la ciudad el esplendor, y a veces más que el de otros años, en este Altar del Tossal.
Conocemos a losé María Ortolá desde.., siempre. Mi padre, por su condición de socio de la Casa de los Obreros de San Vicente Ferrer, era amigo y tratábase muy a menudo con él, como con su hermano Feriando (q. e. p. d.).
Y tanto en la Casa de los Obreros como en el Diario de Valencia, recordamos y guardamos para otra ocasión anécdotas y vivencias de hace… medio siglo ya muy largo.
Sabiendo por conversación con él y de su propósito de enaltecer y recordar a aquellos compañeros que fueron germen del actual esplendor en la Asociación, iniciamos en plena calle hace tiempo los primeros comentarios.
Luego, en el pasado verano, varias veces se nos hizo – a pesar de ser larga la tarde- de noche, hablando, recordando, viviendo hechos de estos cuatro personajes: Antonio Rossi Aleixandre, Vicente Olmos Juan, Ramón Mascarós Lahoz y su hermano Fernando Ortolá Ferrando .
Precisamente hoy -entre las fiestas Navideñas—, como conexión de inquietudes, recibo por la mañana aviso recordatorio a la colaboración en el próximo programa, y, por la tarde, cuestión de unas horas, llamada telefónica concediéndome una solicitada entrevista, resumen de lo comentado…
Y allí fuimos otra vez. Tras los saludos a su esposa Josefa Vingut y más tarde a su hija Pepita, nos situamos en mesita con buena calefacción...
—-Como dentro de unas semanas —me dice— empezará a organizarse el programa, vamos a aclarar notas, esforcemos nuestra memoria y oídos (vamos los dos un tanto disminuidos), y sentimientos, para estar con ellos, ya algunos fallecidos, y alegrémonos por resaltar cuanto de bueno hicieron por San Vicente y su Altar del TossaI. Recordarás que aquella tarde que me impusieron la «Ferradura» dije que la agradecía, mas pedía se les concediera a título póstumo a estos amigos, y así quedaba más complacido al hacer partícipes a estos hombres, algunos casi desconocidos por vosotros, generación actual,
— ¿Puede, señor Ortolá, darnos algunos detalles más de sus vidas y cuantos rasgos sean precisos para revivir a estos antiguos directivos, lo que hicieron y cómo se las idearon en aquellos tiempos. económicamente difíciles pero espléndidos en devoción, concurrencia y gente dedicada a vivir con toda ilusión la fiesta?
—Voy a referirme primero a Antonio Rossi Aleixandre —abuelo del actual presidente—. Como por los alrededores de 1915 eran directivos estos señores, yo, un poco más joven, ayudaba cuanto podía y me era posible a mi edad. Voy a intentar traer a la memoria de los asociados cuánto trabajaron por esta nuestra fiesta vicentina.
—Hijo de padres artesanos y creo que acomodados, y. por encima de todo esto, de una religiosidad muy acrisolada, cosa que procuraron quedara en su hijo bien impresa. Dado a los estudios que sus padres le proporcionaron, demostró gran afición a ellos, aprovechándolos. Así es como resulta ser un hombre de gran cultura y talento, ferviente religioso y. asimismo, un gran devoto de San Vicente en su fiesta del Tossal. Pasa el tiempo y se une en santo matrimonio con doña Carmen Torres, de donde vienen varios hijos.
—¿.Y desde cuándo pertenecía el señor Rossi a esta Asociación?
—Según mis noticias, en el año 1911 era vocal. Lo que opino es que su ingreso es continuación de su familia. Yo, por mí, puedo decir que conocí al señor Rossi en la fiesta de 1923 al ser yo repatriado de África, y, desde estas fechas hasta 1936, todos los años sin faltar uno, le vi siempre acompañado de sus hijos Antonio, Ramón, Carlos…
Intento preguntarle .., mas él prosigue sin detenerse.
—Él era quien llevaba la dirección, pues enfermo y falleciendo el presidente, don Vicente Méndez, por marzo de 1920, como también el tesorero, don Daniel Miquel, actúa en Funciones de presidente… Pero vol vamos un poco atrás. (Queda un poco ensimismado, con los ojos entornados). Según me contaron, al iniciarse los preparativos para el V Centenario de la muerte de San Vicente en 1919, vibraba de entusiasmo por cuanto se pensaba efectuar, y como era hombre de muchas iniciativas y por ello decidido, todo unido a su cultura y conocimiento de la gentes, voy a referir la anécdota que ocurrió aquí mismo donde colocan el Altar y la tarde misma de la Procesión General. Presidía, en nombre del Rey Don Alfonso XIII, su Alteza Real la serenísima señora infanta de España doña Isabel de Borbón, cuando, al llegar a esta altura del Tossal, dicha señora queda encantada al ver tan bello y magnífico Altar. Sus ojos reflejan una gran e increíble emoción y, vuelta hacia las autoridades que le rodeaban, más en especial al Cardenal Benlloch, le dice: «Eminencia, ¡pero, qué es esta maravilla!», a lo que responde el Cardenal: «¿Es que su Alteza se olvida que está en Valencia y aquí, además de ser cuna de Santos, es también de artistas y todos los valencianos llevamos nuestra porción?»
—Entonces —vuelve a hablar la infanta— su Eminencia también lo será…
—Sí…, pero menos.
Como allí mismo estaba la junta en pleno, el señor Rossi, al ver cómo el Cardenal Benlloch le indicaba que se acercara, dícele seguidamente que nombre a su Alteza presidenta de honor...
—Sí, sí, sí, claro —responde.
Y el Cardenal aquí mismo, rápidamente, junto al Altar, vuelve a mirar al señor Rossi y éste hace signos de complacencia, ya que la emoción no le dejaba hablar, y en voz potente, que oyen cuantos allí se encuentran, dícele el Cardenal a la infanta doña Isabel…
—Su Alteza, ya es presidenta de esta Asociación de San Vicente Ferrer del Altar del Tossal.
Aplausos, vítores flor deshojada, gozo increíble, inmensa satisfacción ante lo ocurrido en unos instantes… y la contestación de la serenísima señora.
— Muy bien, señor presidente; mándeme el nombramiento y con él mis deberes en el cargo, y muchísimas gracias y muy reconocida.
Desde entonces nunca dejó de faltar la representación de la regia dama en la Fiesta de nuestra Asociación… Hasta el mismo año 1931, cuando la caída de la Monarquía, aún venía un representante de dicha egregia señora.
Por donde pasaba don Antonio Rossi dejaba huellas de su caballerosidad, dignidad y honradez, por su dedicación y su trabajo activo, dones que en todas partes le fueron reconocidos siempre y que se manifestaron luego de su muerte, ocurrida en plena guerra española.
En la Junta del siguiente año fue nombrada Camarera del Santo su viuda, doña Carmen Torres y, al fallecer esta señora en el año 1967, se nombra a su hija política, doña María Val de Rossi.
Por lo que se refiere a don Vicente Olmos Juan, era contable o administrativo y a él se debe la creación de nuestro programa-revista en el año 1922.
Por aquellas fechas era presidente Luis Badía, y vicecontador Francisco Boronat Seguí. Estos señores y varios más, siguieron formando parte de la junta directiva, llegando a ser un poco luego, por 1929, quienes llevaron en su entusiasmo económico y trabajo a mejorar el Altar y Asociación de San Vicente, denominado en aquellos años Tros-Alt. Su casa en la calle de Quart, verdadero museo vicentino por la cantidad de objetos, revistas, publicaciones e imágenes. etc., todo ello relacionado con nuestro Santo Patrón, era ponto de reunión de los miembros de la directiva, como asimismo local de ensayo de los «miracles». Sin olvidar aquellas entrañables reuniones de confraternidad en el «Molí de la Malaena» de Masamagrell.
Varias y diferentes situaciones vivimos entonces. Yo recuerdo cómo una vez, al no disponer de unas pesetas, no era fácil el encargar la «bescuità». y entre el chocolatero Miguel Asensi —que aportó el azúcar— y el señor tesorero que firmó unas letras (sí hijo mío, ya había letras en aquellos días), y así pudimos obsequiar a los asociados y tener un respiro en los días de la fiesta. Había mucha devoción, mas a la mayoría de los asociados no les venía bien el pagar dos o tres semanas de una, y eso que eran de 0’25 por semana, tres reales o una peseta de plata, y costaba lo suyo ganarla.
—¿Quién era y a qué se dedicaba el señor Ramón Mascarós Lahoz?
Nacido en la plaza del Triador, trabaja en la Compañía de Láminas de Hierro del Norte de España. Ingresa en la directiva, junto con su hermano Rafael —gran ensayador de «miracles»—, en el año 1919, debido a que su tío Vicente Lahoz era ya directivo de la Asociación.
Vocal quinto por 1920, contador varios años. Tenía muy buena voluntad y siempre estaba dispuesto a arremangarse y hacer todo lo posible para las fiestas de San Vicente Ferrer; corno ejemplo, vale la siguiente anécdota; Una vez de tantas se acercaba n los días de colocar el Altar y por lo que fuera no teníamos carpintero, así que entre Mascarós y yo fuimos en un carretoncillo vulgarmente llamado de mano, uno tiraba de las dos barras como un burrillo y el otro, o varios, a los lados o detrás empujaban, ayudando también… y así fuimos varias veces a unos almacenes situados en los bajos del Palacio Arzobispal de Valencia, donde se guardaban durante todo el año, y qué contentos y alegres íbamos cargados con el consabido traqueteo por las calles aún adoquinadas.
Seguramente me olvido de algunos detalles de este compañero, mas si por el tiempo me voy acordando lo iré anotando, pues me da la impresión que todo esto no podrá salir este año en la revista por lo extenso… aunque, anota por lo original este detalle: a falta de cobrador se ofreció voluntario a efectuar tal menester, lo cual realizó muchos años llevando consigo el reparto de la «bizcochada»… y como era muy decidido y muy dispuesto a quedar bien con todos, valiéndose de su amistad con maquinistas de la Estación del Norte, durante cinco años que mi hermano Fernando estuviera en San Sebastián, allí le mandó los bizcochos a toda la familia, con la consiguiente alegría y lágrimas por el detalle y la ausencia… Como llevaba la organización de «les albaes», ahí le tenias todas las noches acompañando a todo el grupo por estas calles entrañables e íntimas de la demarcación, y menos mal que no se le ocurrió cantárselas a mi hermano por teléfono, aún no divulgado mucho y aún menos por la radio que ya iba extendiendo su «radio» de acción, valga el doble sentido de la palabra, que quién sabe si se le hubiese propuesto… Durante todos los veintitrés años que perteneció a la directiva, ocupó diferentes cargos, sin regatear nunca el esfuerzo. Una vida dedicada a nuestro Altar. Debo destacar que en todas las procesiones, tanto cuando era directivo como cuando no lo fuere, hasta su fallecimiento ocurrido en agosto de 1962, siempre dio custodia junto con su entrañable amigo Vicente Olmos a la imagen de nuestro santo, situándose a ambos lados de las andas.
Mientras enciende un cigarrillo —que antes hubo liado con papel extraído de un librillo—, yo le digo:
—Mis iniciales recuerdos de su hermano Fernando se resumen así; Iba yo con mis padres allá por los años 1926 o 1927 a ver los «miracles» cuando, a llegar al Tossal, allí estaban todos tos directivos más la afuencica de gentes llenando el tablado, alrededores, ventanas y balcones de todas las casas desde donde se divisa el Altar. Creo es martes y aún está el santo entronizado y celebrándose la representación que discurre entre interpretaciones de zarzuelas y pasodobles ofrecidos por la banda El Ejemplo (luego, por los tiempos, vendría La Parroquial). El caso es que todos, conocidos amigos, estuvimos viendo y oyendo durante un buen tiempo a los chiquillos de los «miracles» y el concierto. Por los años 1932 data la marcha a Guipúzcoa para hacerse cargo de una Secretaría de Juzgado. Una vez —¡quién me dijera!—, hablando de la fiesta me escribió en un libro que recogía impresiones y comentarios de las fiestas vicentinas, lo que transcribo:
«Don Fernando Ortolá, alma y nervio del Altar de San Vicente Ferrer del Tossal, Clavario Mayor en 1931, ¿qué recuerdos conserva de aquellas fiestas?

»Catastrofic i de goig complet. Catastrofic perque proclamada la República i que estant les imatges en los Altars fent el miracle de que les turbes les respetaren un miracle mes dels molts que te fets.
»De goig; per que me honrrara nostre Patró i Pare Sant Vicent Ferrer visitant ma casa pera quedarse en ella un any, deixantme un regal; un chiquet fill ineu naixcut durant la seua visita.» (Y tras esto, su firma.)
Luego, en los tiempos de la Guerra Civil Española, perdimos noticias. Él, allí en San Sebastián; nosotros, aquí por Valencia; usted, encarcelado precisamente cerca de aquí, en el Convento de Santa Clara, donde habló con el joven Clavario muerto luego en el frente, o asesinado… Un tanto más mayores, e interesándonos por todas las historias, anécdotas y demás hechos —no muy divulgados algunos— de esta Asociación, llegamos a conocer cómo por 1955 es presidente, porque entonces ya se encontraba en Valencia, aunque años antes lo estaba en Castellón, y de allí se desplazaba cuando había fiesta en el Tossal. Recuerdo le dediqué —en estas mismas páginas— una visita que realizara a Francia por el año 1960, aunque la ilusión de estar en Vannes no se ofreciera mucho tiempo después, Puedo resumir que, mientras él era el planear y dirigir, vos, su hermano José María, junto con otros decididos y entusiastas vicentinos, erais el dinamismo, la acción, la obra, y así se conjuntaba el discurrir con el realizar, muy conjuntamente.
— ¿Me dejas hablar ahora a mí?
— ¡No faltaba más!
Hasta los últimos años de su vida su ilusión por la fiesta no decaía y, ya delicado de salud, su presencia era segura en Misa Mayor y en la subida del Santo en el Altar. Y ahora yo, mientras pueda, vendré a formar parte de esta Entidad tan entrañable: Asociación de San Vicente Ferrer del Altar del Tossal. Unas pausas en la conversación, unos ojillos llorosos, y prosigue:
—Fui monaguillo en San Andrés, infancia de trabajo, servicio militar en Africa, boda, mi dedicación en el Diario de Valencia, y la colaboración con Don Luis Lucia; mi estancia en la cárcel durante la Guerra de Liberación. Luego desde 1939 en el periódico Levante, mis recientes Bodas de Oro.
—Asimismo, no puedo dejar de recordar con añoranza a los también buenos vicentinos y amigos como los; Tena, hermanos Borja, Ombuena Thous, Miquel Boronat Serra, Miquel Tordera, Lázaro, Arnal, Aguas, Rossi Torres, Belenguer, Rigo Vidal, Orts, Ballester y un largo etcétera que se me marcha de la mente...
Puede formarse un largo resumen de sus memorias y recuerdos. Y haremos lo posible para otro año «Si Deu vol».
Todo sea en memoria y honor de Sant Vicent y su Altar del Tossal.

T. BERTHEREAN
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